Pasamos el dia juntos. Al irse, fue ella la que retomó el tema,
“Mirá, de última es tu socio y el que vá quedar para el culo sos vos, yo de última no paso más por tu oficina y listo” “Eso sí, yo no puedo asegurar nada, si se dá se dá” “No me quiero sentir forzada, o que te termines enojando porque no me prendí”
Interpreté eso como un SI.
No volvimos a tocar el tema.
Dejé pasar un par de semanas, y organicé una cena en casa, para el viernes.
Le avisé a Silvia que había invitado a Lázaro, a comer. No le dije más nada.
La pasé a buscar por su casa. Me ayudó a preparar las cosas. Al rato llegó Lázaro con el postre. Y nos preparamos a cenar.
Silvia estaba radiante, y se comportaba como la señora de la casa. Servía los platos, buscaba las cosas.
Tenía puesto un vestido de gasa de muchos colores, y traía puesto sobre la falda un delatal de cocina, para proteger su vestido, lo cual contrastaba con el resto de su indumentaria, más vestida para salir que para servir la mesa.
Iba y venía, y Lázaro no dejaba pasar la oportunidad para mirarle la cola, o las tetas.
La conversación paso por temas de la oficina, por las parejas, por la política.
Fue Silvia la que disparó:
“Y vos Lázaro cuando nos vás a presentar una novia”
Lázaro hizo una pausa, como pensando las palabras, y le dijo. “Debo ser un hombre muy pretenciosos en cuanto a las mujeres”
La cena siguió por los temas comunes.
Entre los tres levantamos la mesa.
Preparamos para comer el postre en el living.
Nosotros llevamos las copas, y el baldecito con una botella de champagne.
Silvia apareció atrás nuestro con una bandeja con una torta helada. Se había sacado el delantal, y la luz trasparentaba parte de su vestido insinuando su tanga oscura.
Nos sentamos en los sillones y Silvia se sentó a mi lado y quedó enfrentada a Lázaro. Cuando se levantó para acercarle el postre, él volvió a mirarle la entrepierna, pero esta vez ví que Silvia no hacía nada para taparse. Lo dejó mirar.
El corazón me latía a mil. Sabía que era yo el que tenía que tomar la iniciativa, pero no sabía por dónde empezar. No sabía que reacción podría tener Lázaro, si bien no tenía dudas mi novia le gustaba. No sabía si Silvia iba a salir corriendo, o terminaríamos en una discusión.
Inesperadamente fue Silvia, la que salió en mi auxilio.
“Cuanto hace que se conocen” le preguntó.
“ Y,..hace casi 20 años, desde que estábamos en la carrera”
“Vés, Lázaro, ésa es una de las grandes diferencias entre los hombres y las mujeres” “Las minas ni bien nos conocemos, ya soltamos un montón de información, de nuestra pareja, de nuestros gustos, de nuestras ansiedades, de nuestros problemas” “En cambio los tipos se ven durante años, y no le cuentan al otro si están enfermos, o si tienen problemas, o que cuernos quieren de la vida”
“Por eso también la amistad entre los tipos es más duradera, porque no se desgasta tanto, si al final de lo único que hablan es de fútbol y de culos”
Lázaro no respondió, le dio un sorbo a su copa, y después dijo “Es cierto, pero lo tipos también somos más leales, y lo que nos confía un amigo, aunque deje de ser nuestro amigo por alguna circunstancia, se queda guardado en la amistad que fue” “Difícilmente veas a un tipo contando cosas de otro tipo, a lo sumo fanfarronea con las propias”
A esa altura, ya sentía que tenía que intervenir.
La acotación de Silvia, había sido un tiro por elevación para mí.
Un mensaje como diciendo, ya que tanto había fantaseado, y armado esa cena, quería ver como iba a hacer para exponer mi idea, teóricamente delante de una persona que conocía desde hacía tanto tiempo.
“La verdad, es que yo creo que lo que dice Silvia, tiene que ver más con nuestra imposibilidad de mostrarnos tal cual somos aún en situaciones en las cuales deseamos mucho algo”
“No te entiendo”, me dijo Lázaro.
Respiré hondo, tomé un sorbo y me tiré a la pileta.
“Lisa y llanamente, es que durante mucho tiempo, tu nombre sonó en la relación que tengo son Silvia, es cierto que por gran insistencia mía, y que inclusive llegué a decirle que yo tenía la sensación que ella te gustaba”
Silvia, disfrutaba del aprieto en el que me estaba metiendo.
“Vos sabés que nosotros somos una pareja bastante abierta, y en ocasiones jugamos con la idea del sexo grupal”
Lázaro estaba pálido, Silvia tenía una mueca de “por fin se conocen”,..y yo debía de tener una cara de “por fin lo dije”
Era raro, porque otras veces me había enfiestado, pero en éste caso, era mi amigo/socio y mi pareja.
Se hizo un silencio profundo. Esos de los cuales no sabés como salir.
Fue quizás para distender la situación, que Silvia, nuevamente salió al cruce.
“Bueno, pero ahora lo que yo quiero saber es si en realidad te gusto o no”, dijo a carcajadas, como restándole importancia a la cuestión.
“Se levantó e hizo un giro sobre sus talones como mostrando su cuerpo” La falda del vestido se abrió como un abanico.
“Realmente me parecés muy atractiva, y me encanta tu desinhibición” dijo Lázaro sin dudarlo.
Silvia se acercó, lo tomó de la mano, y se acercó como para darle un beso en la mejilla.
“Gracias, ustedes son dos hombres que saben hacer sentir bien a las mujeres” dijo, mientras le estampaba un sonoro beso en la mejilla.
Sentí que la situación se estaba relajando.
CONTINUARA…
“Mirá, de última es tu socio y el que vá quedar para el culo sos vos, yo de última no paso más por tu oficina y listo” “Eso sí, yo no puedo asegurar nada, si se dá se dá” “No me quiero sentir forzada, o que te termines enojando porque no me prendí”
Interpreté eso como un SI.
No volvimos a tocar el tema.
Dejé pasar un par de semanas, y organicé una cena en casa, para el viernes.
Le avisé a Silvia que había invitado a Lázaro, a comer. No le dije más nada.
La pasé a buscar por su casa. Me ayudó a preparar las cosas. Al rato llegó Lázaro con el postre. Y nos preparamos a cenar.
Silvia estaba radiante, y se comportaba como la señora de la casa. Servía los platos, buscaba las cosas.
Tenía puesto un vestido de gasa de muchos colores, y traía puesto sobre la falda un delatal de cocina, para proteger su vestido, lo cual contrastaba con el resto de su indumentaria, más vestida para salir que para servir la mesa.
Iba y venía, y Lázaro no dejaba pasar la oportunidad para mirarle la cola, o las tetas.
La conversación paso por temas de la oficina, por las parejas, por la política.
Fue Silvia la que disparó:
“Y vos Lázaro cuando nos vás a presentar una novia”
Lázaro hizo una pausa, como pensando las palabras, y le dijo. “Debo ser un hombre muy pretenciosos en cuanto a las mujeres”
La cena siguió por los temas comunes.
Entre los tres levantamos la mesa.
Preparamos para comer el postre en el living.
Nosotros llevamos las copas, y el baldecito con una botella de champagne.
Silvia apareció atrás nuestro con una bandeja con una torta helada. Se había sacado el delantal, y la luz trasparentaba parte de su vestido insinuando su tanga oscura.
Nos sentamos en los sillones y Silvia se sentó a mi lado y quedó enfrentada a Lázaro. Cuando se levantó para acercarle el postre, él volvió a mirarle la entrepierna, pero esta vez ví que Silvia no hacía nada para taparse. Lo dejó mirar.
El corazón me latía a mil. Sabía que era yo el que tenía que tomar la iniciativa, pero no sabía por dónde empezar. No sabía que reacción podría tener Lázaro, si bien no tenía dudas mi novia le gustaba. No sabía si Silvia iba a salir corriendo, o terminaríamos en una discusión.
Inesperadamente fue Silvia, la que salió en mi auxilio.
“Cuanto hace que se conocen” le preguntó.
“ Y,..hace casi 20 años, desde que estábamos en la carrera”
“Vés, Lázaro, ésa es una de las grandes diferencias entre los hombres y las mujeres” “Las minas ni bien nos conocemos, ya soltamos un montón de información, de nuestra pareja, de nuestros gustos, de nuestras ansiedades, de nuestros problemas” “En cambio los tipos se ven durante años, y no le cuentan al otro si están enfermos, o si tienen problemas, o que cuernos quieren de la vida”
“Por eso también la amistad entre los tipos es más duradera, porque no se desgasta tanto, si al final de lo único que hablan es de fútbol y de culos”
Lázaro no respondió, le dio un sorbo a su copa, y después dijo “Es cierto, pero lo tipos también somos más leales, y lo que nos confía un amigo, aunque deje de ser nuestro amigo por alguna circunstancia, se queda guardado en la amistad que fue” “Difícilmente veas a un tipo contando cosas de otro tipo, a lo sumo fanfarronea con las propias”
A esa altura, ya sentía que tenía que intervenir.
La acotación de Silvia, había sido un tiro por elevación para mí.
Un mensaje como diciendo, ya que tanto había fantaseado, y armado esa cena, quería ver como iba a hacer para exponer mi idea, teóricamente delante de una persona que conocía desde hacía tanto tiempo.
“La verdad, es que yo creo que lo que dice Silvia, tiene que ver más con nuestra imposibilidad de mostrarnos tal cual somos aún en situaciones en las cuales deseamos mucho algo”
“No te entiendo”, me dijo Lázaro.
Respiré hondo, tomé un sorbo y me tiré a la pileta.
“Lisa y llanamente, es que durante mucho tiempo, tu nombre sonó en la relación que tengo son Silvia, es cierto que por gran insistencia mía, y que inclusive llegué a decirle que yo tenía la sensación que ella te gustaba”
Silvia, disfrutaba del aprieto en el que me estaba metiendo.
“Vos sabés que nosotros somos una pareja bastante abierta, y en ocasiones jugamos con la idea del sexo grupal”
Lázaro estaba pálido, Silvia tenía una mueca de “por fin se conocen”,..y yo debía de tener una cara de “por fin lo dije”
Era raro, porque otras veces me había enfiestado, pero en éste caso, era mi amigo/socio y mi pareja.
Se hizo un silencio profundo. Esos de los cuales no sabés como salir.
Fue quizás para distender la situación, que Silvia, nuevamente salió al cruce.
“Bueno, pero ahora lo que yo quiero saber es si en realidad te gusto o no”, dijo a carcajadas, como restándole importancia a la cuestión.
“Se levantó e hizo un giro sobre sus talones como mostrando su cuerpo” La falda del vestido se abrió como un abanico.
“Realmente me parecés muy atractiva, y me encanta tu desinhibición” dijo Lázaro sin dudarlo.
Silvia se acercó, lo tomó de la mano, y se acercó como para darle un beso en la mejilla.
“Gracias, ustedes son dos hombres que saben hacer sentir bien a las mujeres” dijo, mientras le estampaba un sonoro beso en la mejilla.
Sentí que la situación se estaba relajando.
CONTINUARA…