Cuando Juan llegó me abrazó y me besó como si hiciera años que no nos viéramos, sin dejarme emitir sonido alguno, me arrastró hasta nuestro dormitorio –estas lista para tu sorpresa- me dijo –si mi amor- le respondí con una sonrisita pícara como si fuese una quinceañera ansiosa, entonces salió de la habitación y después de unos pocos minutos entró nuevamente en nuestro dormitorio, traía un antifaz rosa y unas esposas con una tela muy suave de esas que parecen un peluche haciendo juego, los cuales había comprado en un sex-shop sin decirme nada por supuesto, nuevamente me besó mientras me sacaba toda la ropita hasta dejarme completamente desnuda, luego me llevó hasta la cama y me ató con las esposas al respaldar de la cama.
En ese momento confieso que me sentía ansiosa y temerosa al no saber lo que mi marido se traía entre manos, pero la situación realmente me excitaba, -¿que me vas a hacer, papi?- -¿Vas a abusar de mi?- le pregunté mientras me tapaba los ojos con el antifaz, -no tengas miedo, vas a disfrutar como nunca disfrutaste en tu vida mi amor- me respondió, luego se hizo un agudo silencio y después de unos segundos interminables, sentí las manos de mi marido recorriendo todo mi cuerpo. Pero me llevé una gran sorpresa cuando me di cuenta que en realidad eran más de dos las manos que me estaban acariciando muy suavemente, sin dejar ningún sector de mi anatomía por descubrir.
Sus caricias se hacían más insistentes en lugares específicos de mi cuerpo, les confieso que es increíble la sensación de estar maniatada a merced de dos machos que estaban abusando de mi, me encantaba sentir como masajeaban mis pechos apretando mis pezones y acariciaban la zona de mi entrepierna. En un momento dado sentí sus cuerpos pegados al mío, y tuve ahora si la mayor sorpresa de la noche al darme cuenta que ninguno de los dos tipos que me estaban manoseando era mi marido, tuve una extraña sensación de temor y de excitación al mismo tiempo, en ese momento sentí desesperación por no poder sacarme el antifaz al estar atada al respaldar para poder ver lo que realmente estaba ocurriendo y ver a los tipos estos que me estaban manoseando.
No pude soportar más el no saber quienes estaban ultrajando mi cuerpo, y le pedí por favor a Juanchi que me sacara el antifaz, lo que hizo uno de los chicos después de la aprobación de mi marido, a medida que mis ojos se iban aclimatando nuevamente a luz del lugar, observé dos cuerpos impresionantes, muy bien formados y ataviados en ropa muy ajustada, no podía creerlo, finalmente Juan estaba cumpliendo una de mis fantasías, porque alguna vez, en un momento de calentura extrema, yo le había dicho que si quería regalarme algo extravagante me gustaría el show de un stripper para mi solita.
La verdad que estaba alucinada porque me había contratado no solo uno, sino dos strippers, los cuales me hicieron la mejor fiestita de cumpleaños de mi vida. Los chicos eran bien musculosos, de cara no eran unos adonis, pero tenían unos cuerpazos, bien formados y marcados, seguro después de muchas horas de gimnasio. Después de haber sobrellevado el shock de la sorpresa, busqué a mi marido con la mirada para agradecerle, cosa que hice al encontrarlo sentado en uno de los sillones de la habitación, sosteniendo una botella de champagne con sus manos.
Muy lejos de enojarme o hacerme la recatada, me alegre y me excité inmensamente como hacía tiempo no me pasaba, Juanchi me ayudó a levantar un poco mi cabeza con unas almohadas, mientras los chicos sin perder tiempo pusieron música y comenzaron a bailar de manera muy sexy y caliente, luego empezaron a sacarse la ropa, primero una musculosa bien ajustada y luego de un tirón se sacaron esos pantalones especiales que usan para estos shows de striptease, quedándose los dos solamente con una diminuta tanga tipo cola-less, las cuales dejaban ver unos bultos impresionantes y unos glúteos perfectos. No se puede explicar con palabras lo excitante que era estar completamente desnuda y atada a la cama, mientras dos machos impresionantes se sacaban la ropita para mí, y mucho más sumado al morbo de tener a mi marido allí, en la misma habitación, observando absolutamente todo.
Juan que se había recostado en la cama junto a mi, comenzó a acariciarme muy lentamente la conchita, masajeando mi clítoris, mientras me masturbaba lamía uno de mis pezones. En ese momento los strippers de un tirón se sacaron las tangas dejando al descubierto unas vergas de dimensiones descomunales, eran de esos penes que solo se ven en las películas porno, en ese momento entendí porque se dedicaban a esto a pesar de que no eran muy agraciados en sus rostros, con semejantes herramientas de trabajo era lógico que se dedicaran a esta profesión.
Mientras bailaban los chicos fueron acercándose cada vez más, de manera que tenía una vista preferencial de sus penes. La verdad es que no podía alejar mi vista de sus entrepiernas, tenía unas ganas terribles de agarrar esos penes gigantes y jugar con ellos, mi marido que seguramente se había dado cuenta que se me hacía agua la boca mirando a los chicos, me dijo: -¿Te gusta tu regalo?- -Y a vos que te parece mi amor, sentí lo mojadita que estoy- le respondí -¿Solo tenés ganitas ver o te gustaría participar del show?- me preguntó de una manera tan natural que no sabía que responderle, me quedé callada y lo miré con mis ojos bien abiertos, como diciéndole estás loco, entonces el insistió diciéndome –No me vas a decir que no te gustaría tocarlos un poco- a esa altura con una excitación terrible acepté diciéndole: -estás totalmente loco, pero me encanta-.
Mi marido antes de que me arrepintiera les hizo señas a los chicos para que se acercaran a mi lado, instantáneamente los chicos se abalanzaron contra mi cuerpo y comenzaron a besarme y acariciarme por todos lados turnándose entre los dos, sentirme besada y manoseada por dos desconocidos con el permiso de mi marido, me hizo sentir una putita. Juan que no dejaba de mirar el espectáculo, se levantó y descorchó la botella de champagne, se acercó a nosotros y la derramó sobre mi cuello y mis pechos, el líquido fue haciendo un caminito burbujeante por mi cuerpo hasta llegar a mi entrepierna. Poco me importó que el champagne estuviera terriblemente frío, sobre todo cuando comenzaron a lamérmelo de mi cuello (que es la zona más erógena de mi cuerpo) y de mis tetas, cada uno se adueño de uno de mis pezones haciéndolos explotar de placer. Luego de a uno por vez se tomaron el champagne de mi conchita, no se si fue por la forma en que estaban lamiendo mi cuerpo o por la excitación de estar atada y entregada a la voluntad de estos dos animales, pero acabé de una manera fantástica teniendo varios orgasmos uno atrás del otro.
Después los chicos se tiraron el champagne que quedaba sobre sus vergas y las acercaron a mi boca, esta vez fue a mi la que me tocó saciar mi sed tomando de sus cuerpos que estaban depilados por completo, con mucha lujuria comencé a chupárselas como posesionada, me las metía en la boca como podía y las saboreaba desde los huevos hasta la punta de sus glandes, el sabor de las pijas mezcladas con champagne era realmente exquisito, me costaba muchísimo cubrirlas con mis labios por el grosor que tenían las dos, al seguir con mis manos atadas, los chicos movían sus caderas de manera que introducían y sacaban ellos mismos sus impresionantes garrotes de mi boca. Sentir los dos penes apoyados sobre mi cara y mis labios me hizo poner como loca, intenté meterme las dos pijas dentro de mi boca, pero era imposible de lo gruesas que eran, mientras las devoraba, observaba todo el tiempo a Juanchi que disfrutaba viendo a su esposa convertida en una verdadera puta. Gracias a mis besos y lamidas, sus pijas habían crecido de una manera impresionante. No podía creer lo grande que la tenían, sentirme muy puta y dominada por dos desconocidos me encantaba.
Le pedí a mi esposo que por favor me desatara, primero porque ya tenía los brazos acalambrados de hacer tanta fuerza debido al placer que me estaban brindando estos animales y después porque estaba desesperada por tocar esos cuerpos perfectos. Por suerte Juan accedió y le dio la llave de las esposas a uno de los strippers, este me desató e hizo que me levantara y me ubicara enfrente de el, me besó metiéndome la lengua hasta la garganta, yo le agarré la verga y comencé a frotármela suavemente por la concha, jugaba con mi labios vaginales y sentía como el clítoris me explotaba de placer, el otro se puso detrás de mí y sentía como me incrustaba su enorme verga entre los cachetes de mi cola, mientras me acariciaba las tetas, sentirme apretadita entre dos machos impresionantes hizo que perdiera la poca compostura que me quedaba, sus penes estaban súper calientes y listos para deshonrarme delante de mi marido.
Mientras los strippers me brindaban su gran apoyo, Juanchi se acercó a mí, me agarró la cara y besándome me dijo en forma de susurro: -Me encanta que seas mi puta mi amor, quiero verte disfrutar de esas vergas-, rápidamente buscó unos preservativos que les alcanzó a los strippers y me dijo –Quiero verte como una perra, ponete en cuatro patas sobre la cama- yo muy obediente, me acomodé como me pidió el carnudo de mi marido, quien me untó una gran cantidad de gel lubricante en mi conchita, abrí bien mis piernas y sentí como uno de los chicos apoyó la punta de su gruesa verga en la entrada de mi vagina.
Muy lentamente fue abriendo y ensanchando mi conchita, primero introdujo su cabeza y luego parte del tronco, sentía como centímetro a centímetro la iba incrustando hasta el fondo de mi ser, cuando logró que mi cavidad vaginal se dilatara y se adaptara al grosor de su pene, comenzó a bombearme más enérgicamente, me serruchaba como un animal en celo. El otro chico se sentó delante mio en la cama, bajó mi cabeza y me obligó a meterme su verga en la boca, se la chupaba como podía entre orgasmo y orgasmo, luego entre ellos intercambiaron posiciones, se turnaban para cogerme un rato cada uno, yo no dejaba de mirar a Roberto que se pajeaba observando como esas pijas me hacían gritar y delirar de placer, me excita mucho mirar con cara de puta a mi marido cuando me estan cogiendo.
En un determinado momento el que me estaba bombeando se acostó boca arriba debajo mío, y prácticamente me obligó a montarme sobre su pene, que rápidamente se introdujo nuevamente dentro mío, a pesar de que ya me había comido algunas vergas gigantes, no perdía la capacidad de asombro al observar como mi concha se devoraba ese palo casi por completo, comencé a cabalgarlo frenéticamente mientras el succionaba mis pezones con sus labios, luego rodeo mi cuerpo con sus brazos y lo apretó contra el suyo, dejándome totalmente inmovilizada, entonces me relajé y dejé que me bombeara sintiendo de esta forma como su verga llegaba hasta lo más profundo de mi ser.
En ese momento el otro stripper que se estaba masturbando delante mio, aprovechó mi total estado de inmovilidad y sumisión, se puso detrás de mí, y ayudado por el gel lubricante comenzó a jugar con sus dedos en mi ano, primero me asusté y me puse a la defensiva, pero después sucumbí ante sus caricias y al sentir como mi ano disfrutaba y se dilataba por completo me relajé y dejé trabajar al streeper, quién apoyó la cabeza de su verga en mi puertita trasera y la metió suavemente hasta que mi esfínter que explotaba de placer se adaptó al grosor de su pene, la verdad es que al principio mientras me abría el culo dolió bastante, pero por suerte mi ano se relajó rápidamente y el dolor inicial se fue tornando en un placer indescriptible, solo las mujeres que lo han probado pueden saber a que me estoy refiriendo, fue increíble, una verga gigante me estaba abriendo la concha, mientras otra igual de grande me hacía la colita, era mi primera doble penetración en la cual ninguno de los que me estaban cogiendo era mi marido, a pesar de que el estaba ahí muy cerca mio.
Al chico que estaba abajo le costaba moverse por la incomodidad de la posición, pero los dos no paraban de jugar con mis orificios genitales, sacaban y metían sus vergas como podían dentro de mi cuerpo, a veces se salían de mis orificios pero rápidamente me los volvían a incrustar. Después de serrucharme un rato, me hicieron girar y quedé sentada otra vez sobre el chico que estaba acostado, pero esta vez dándole la espalda, me acomodé abriendo bien las piernas y apoyando mis pies y manos sobre la cama, de esta manera la verga que antes me cogía ahora entraba en mi colita, mientras mi abertura vaginal quedaba totalmente abierta y expuesta para ser violada por la verga que antes me estaba partiendo la cola. No paraba de acabar una y otra vez, mientras me cogían sin parar.
Juanchi no aguantó más, se acomodó al lado mío en la cama, y con una de sus manos primero me acarició las tetas y luego la fue bajando lentamente hasta apoyarla en mi concha y acariciar mi clítoris, luego apoyó sus dedos en mis labios vaginales y los abrió para que el animal que me estaba ensartando la verga me penetrara más profundamente, era increíble, mi marido me abría la concha para que un stripper me ensartara su verga hasta el fondo, al sentir como el chico ayudado por mi marido me ensanchaba y partía la conchita acabé llenándole de flujo la verga, en ese momento Juanchi no pudo aguantar la calentura, se paró al lado mío y se masturbó hasta derramar una cantidad de leche impresionante en mi boca y en mi cara.
Mientras saboreaba y limpiaba la verga de mi marido, los strippers seguían cogiéndome sin piedad, sentía como se chocaban las vergas a través de las paredes de mi vagina y de mi ano, debido a que ya me ardían mis genitales de tanta cogida, les pedí por favor que me la sacaran y me acabaran en las tetas, entonces me senté en el borde de la cama y les agarré las pijas, una con cada mano, se sacaron rápidamente el preservativo y comencé a chuparlas y pajearlas frenéticamente, hasta que primero uno y luego el otro derramaron unos chorros de semen calentitos sobre mis tetas, eyacularon con tanta fuerza que los chorros saltaron hasta mi cara, mis labios y mi pelo, la verdad es que no entendía donde habían guardado tanta lechita, pero sentir como me eyaculaban encima fue fantástico.
Después me limpié y me tiré en la cama a descansar unos minutos mientras los chicos se cambiaban, luego de recuperar el aliento me fui a dar una ducha, Juanchi se quedó arreglando el precio convenido con los chicos. Mientras me bañaba pensé que la despedida iba a ser traumática, pero los chicos eran profesionales y sabían que allí terminaba todo su trabajo, cuando salí de bañarme ya no estaban allí. Juanchi estaba acostado sobre la cama, me tiré encima de él y le agradecí por haberme hecho el mejor regalo de cumpleaños de mi vida, no podía creer que mi marido me había regalado dos vergas impresionantes, y hasta el día de hoy sigo totalmente agradecida, a pesar de que seguimos probando cosas nuevas y que les contaré en nuevos relatos.