“Acostados uno junto a otro, nos escuchábamos respirar, todavía agitadamente. Cerré los ojos y sentí como la verga me latía acompasadamente, mientras se recuperaba de la excursión al cremoso y ajustado orto de Paola. Estaba viviendo mi sueño, el de toda la vida, pero lo disfrutaba mas intensamente satisfecho que en cualquiera de mis mejores fantasías. La miré a Paola desnudita y agredecí al cielo. Era uno de esos instantes mágicos que sobrevienen al concluir el clímax, y uno se siente dichoso y pleno, con los ojos llenos de mujer y el secreto orgullo de decirse interiormente: “Qué linda hembra me acaba de coger!”… La adrenalina bajaba de las cumbres que había alcanzado, el sudor humedecía nuestras pieles, decorándolas con diminutas gotas perladas. Tibios rayos de sol se colaban a través de la persiana. Y Paola suspiraba…
Yo la contemplaba con ojos cargados de deseo y satisfacción. Ella tenía sus rulos alborotados, lo cual, a mis ojos, la volvía mas sexy, si es que eso era posible. Mi mirada recorría la geografía de su cuerpo, quería grabar en mis retinas cada poro, cada curva, cada lunar de la que consideraba mi mujer. Pero enseguida “volví” de mi ensoñación. Paola enjugó una lágrima y se acarició el culito con gesto de dolor.
- Ay tía, no te habré lastimado no? – le dije preocupado.
Ella me tranquilizó:
- Nene quedate tranquilo. Se me escapó un lagrimón de pura felicidad. No te voy a negar que me arde el culo como la puta madre, ¡pero me gustó mucho!
Yo le acaricié las nalgas con suavidad y sonreí. Le estaba doliendo horrores, pero se la bancaba para no romper el clima cachondo que se había generado, esa atmósfera tan única en la cual nuestros sentidos son exacerbados por el roce de las pieles, el tenue aroma a sexos, la humedad más deseada, los cabellos revueltos, las sábanas arrugadas…
Yo me sentí culpable y ensayé una disculpa:
– Perdoname, me deje llevar por la calentura del momento… ¡La pucha! ¡De veras que eras virgen! Ese culo me dio trabajo para taladrarlo!
– ¡Ja ja ja! – ella se rió con ganas – ¿Dudaste no? – agregó entornando los ojitos.
Yo sonreí y tome su cara con ambas manos, para darle un beso tierno en los labios.
- Para serte franco yo tenía mis dudas… Pero eso no se puede fingir. Lo tenías cerradito al pobre! – le dije.
- El boludo de tu Tío hace años que se cansó de pedírmelo. ¡Se lo perdió por cagarme con una mina de la oficina! Que se joda el muy hijo de puta! A mi me encanta que vos hayas sido el primer hombre en llenarme la cola de leche. Hace años que fantaseo con tu verga nene!
Sus palabras me llenaron de orgullo. Mi corazón alteró sus latidos, acelerando con el eco fresco de su dulce voz danzando en mis oídos. Mi tía me había entregado su tesoro y ambos estábamos inmensamente felices por ello.
Mientras jugueteaba con uno de sus puntiagudos pezones, le respondí:
- Ese es el elogio mas lindo que recibí en la vida! Pero te veo sufrir Pao, ¿Por qué no te das un bañito de asiento en el bidet? El agua tibia tal vez te ayude. – le recomendé.
- Dale! Esa idea me gustó!
Desnudos nos encaminamos al baño. Abrazados. Mi miembro colgando, aún con rastros de semen embadurnando el glande. Ella caminaba con cierta dificultad.
- La verdad que no te podes quejar! Me rompí el culo para cogerte nene!- bromeó con la sonrisa radiante. Ambos reímos con la ocurrencia.
Una vez en el baño, ella se sentó en el bidet y yo me metí a la ducha a lavarme un poco.
- Mmmmm…siiii !!! – la escuché suspirar.
- Te alivia verdad? – pregunté mientras enjabonaba el tronco de mi verga.
- Delicioso! – respondió Pao.
- ¿Cómo conocías este truco? – Me preguntó curiosa.
- Leo mucho tía. Especialmente literatura erótica. No pienses que soy un pajero, aunque no te voy a negar que alguna paja me hago cada tanto, leer este tipo de historias abre mi cabeza, me aporta ideas y descubro cómo aumentar mi placer y el de mi pareja en la cama. No es simplemente leer detalles de una garchada. Es el clima, la antesala, el deseo, los juegos, las palabras, la calentura en aumento, el descontrol, el frenesí del clímax… En fin… Es un tema que me apasiona!
- Ya lo creo! – me respondió – Se te nota la pasión con la que hablas de ello! Te das cuenta que somos almas gemelas? Yo también adoro los relatos eróticos y me gusta mirar a escondidas el canal porno! – agregó guiñándome un ojo.
Terminé de ducharme y me paré junto a ella, que reponía el orto con agua tibiecita. Le acaricié el pelo, ella me atrajo tomándome de una nalga y me besó la verga en reposo.
- Se ganó todos mis besitos tu pija nene!
- ¿Ella sola?- pregunté haciéndome el celoso.
- Vos también mi amor, sos un dulce de leche!!! – me dijo y me atrajo hacia su boca, besándome con ternura.
Dejamos a nuestras lenguas seguir conociéndose, Tía tenía la lengua suave y esponjosa, se metía en mi boca y lamía mi lengua, yo podía percibir el aroma de su saliva, que mojaba mis labios. Sus chuponazos llenaban el aire con su sinfonía erótica.
- chuick…chup…chuiiiiickk…mmmmmmmm…chuuup…
Su mano ya buscaba mi miembro, entonces la frené con suavidad y le propuse;
- Tía, vamos de compras, esta noche quiero agasajarte como vos mereces!
Su sonrisa me iluminó, como siempre.
- Mmmmm…que tendrás pensado para mi nene?!!! – quiso saber mordiéndose los labios con esa voluptuosidad tan suya, tan puta…
Le guiñé un ojo y la volví a besar.
Nos lavamos y salimos de compras, Yo quería tener una cena para dos esa noche en su casa y luego festejar nuestra “luna de miel”. Fuimos a un shopping. Paseamos mirando vidrieras. Ella me tomó del brazo, una precaución que acordamos por las dudas que algún conocido nos viera por allí. Una tía madura y su joven sobrino del brazo no era especialmente sospechoso. En un momento le dije a mi tía que iría a comprar algo especial para la noche, nos separamos y quedamos en vernos en el subsuelo en 20 minutos. Pasado ese lapso, ambos con bolsas cargadas, nos reunimos y partimos para su casa.
Nuestra Luna de Miel
(Mi PUTA)
Le pedí a Paola que fuera a vestirse, elegante y provocativa, mientras yo prepararía la mesa y los detalles de nuestra cena. Ella escogió ropa y subió al cuarto de sus hijos a cambiarse.
Yo puse la mesa, encendí las velas que había comprado para iluminar la escena, puse otras cuantas velitas mas por los rincones del comedor, encendí el equipo de música y cargué un cd de lentos en inglés. Apagué la luz y admiré mi obra maestra.
Me faltaba el dormitorio. Rápido busque otra de las bolsas que traje del shopping; la que tenía las 6 rosas rojas.
Sacrifiqué 5 rosas para desparramar los pétalos en la cama matrimonial y parte de la alfombra. Conservé la mas bonita para ofrendarla a mi amor.
Perfumé las sábanas con un dulce y afrodisíaco aroma, ya estaba casi todo en orden.
Me puse sólo un pantalón, sin nada debajo, y una camisa color salmón. Me paré junto a las escaleras a esperar a mi dama.
Estaba emocionado. Paola apareció por el pasillo superior despampanante. Tenía un vestido rojo, muy escotado que dejaba ver su espalda bronceada, casi hasta el nacimiento de sus nalgas.
Un tajo al costado dejaba ver parte de sus piernas, que lucían una sexy media de red.
Paola quedó deslumbrada por las velas, la música y las botellitas de champagne pequeñas que traje ocultas del shopping. Se había pintado los labios de rojo pasión y delineado los ojazos. Su perfume me perdía de deseo y en los pechos brillaban minúsculas partículas de una brillantina que resaltaban su piel tostada. Qué buen par de tetas! Me embobaba admirándolas. Ella extendió su mano y la ayudé a bajar los últimos escalones. Una vez que estuvimos al mismo nivel, nos abrazamos y nos besamos largamente. Mi miembro recobraba su ímpetu y ya pugnaba por escapar del pantalón.
La tomé de la cintura y la llevé a la mesa. Serví las copas y brindamos. Mas besos. La invité a bailar un lento; “murmullo descuidado” de wham!...
La tenía bien pegada a mi cuerpo, balanceándonos al ritmo de la música. Mi verga era a estas alturas inocultable. Bajaron mis manos a sus nalgas, sentía sus hermosos pechos comprimirse contra mí, adivinaba sus pezones erectos. Nos miramos a los ojos y nuestras bocas se buscaron. Sus dedos se entrelazaban en mi cabello, y su entrepierna se meneaba pegada a la mía con incomparable vaivén.
Varios minutos de juego y cachondeo. Por fin, tratamos de comportarnos y sentarnos a cenar. Las velas daban a sus ojos un reflejo especial. Charlamos. Nos confesamos como creció con los años el deseo mutuo de poseernos. Bebimos y reímos. La pizza se enfriaba, casi no la tocamos. Paola había cruzado las piernas y tras beber su enésimo sorbo de champagne, pasó la lengua sobre sus rojos labios con una sensualidad que casi me hace acabar allí mismo. En ese instante me decidí. Me levanté de la silla y me arrodillé frente a ella. Saqué de mi bolsillo un pequeño estuche y se lo ofrecí. Era un anillo con una pequeña piedra roja, enchapado en oro, muy bonito. Paola estaba boquiabierta, sin saber que decir, entonces rompí el silencio:
- Quiero que seamos amantes Paola. Este anillo simboliza nuestra pasión, nuestro fuego inexplicable que nos devora de deseo hace tantos años… Quiero que aceptes, que estás dispuesta a correr el riesgo junto a mi.
- Pero claro que acepto nene! Me acabo de mojar toda escuchándote! Qué dulce que sos!!! Pendejo me estás calentando como nunca me había calentado. Cómo podes estar en cada detalle y ser tan divino?! – exclamó jubilosa.
- Sos mi reina. Quiero tratarte como tal. No tenes que sufrir mas la indiferencia bonita, yo te quiero cuidar y atender y mimar…
No pude seguir. Ella me tomó del cuello y me atrajo a su boca, que me esperaba abierta y húmeda. Los besos crecieron en intensidad. Mis manos volaban de sus tetas a sus muslos. Ella acomodó su pie, enfundado en un hermoso zapato rojo de taco altísimo, de manera que podía frotarme la pija con el empeine. Nos deleitamos mutuamente, mientras escribo nuestra historia, casi puedo sentir el sabor a frutillas de su labial en mi boca, nos mordíamos suavemente los labios, la saliva se entremezclaba en el frenético duelo de lenguas. La tomé con firmeza de la cintura y la ayudé a incorporarse. No interrumpimos los besos. Volvimos a bailar pegados, ella con su mano acariciaba mi herramienta por sobre la tela del pantalón, yo no dejaba de intercalar sus nalgas y sus pechos, mis manos surcaban sus curvas en voraces travesías.
Ella comenzaba a gemir, se abandonaba al placer en mis brazos. Casi sin sacar su lengua de mi boca balbuceó:
- Cogeme aquí mismo bebe! Tirame en la alfombra y haceme lo que quieras, soy toda tuya, pedime lo que quieras, quiero ser TU PUTA, quiero complacerte hasta secarte las pelotas de leche! Voy a ordeñarte hasta cansarme nene!
En mi mente retumbaban sólo dos de sus palabras, las mas contundentes; TU PUTA…
No se porque escucharla decir aquello me aceleró tanto, pero en sus labios, PUTA sonaba a gloria, PUTA tenía la melodía mas bella que haya escuchado, PUTA se escurría de su boca como semen recién eyaculado. La verga me dolía de tan dura. La mujer que apretaba mi bulto cada mas con mas fuerza quería ser MI PUTA!!! Me sentía flotar, era como estar en un sueño de esos de los que no te querés despertar jamás, y lo mejor era que estaba despierto, vivo, Hambriento de lujuria y deseo. La palabrita mágica era PUTA. Mis mas bajos instintos se posesionaron de cada fibra de mi ser. Mi mano se coló por donde terminaba el vestido en su espalda. Podía palpar su piel erizada, toque un hilo de tela y adiviné una tanga de esas que te cortan la respiración. Seguí bajando con mis dedos hundiéndose paulatinamente en la raya que separaba sus deliciosas nalgas. Noté que el hilito se perdía entre esas redondeces de generosa carne.
- Cogeme papi, cogeme por favor – insistía ella.
Comencé a conducirla hacia el dormitorio, caminando con dificultad, con su lengua dentro de mi boca y su mano aferrada a mi entrepierna. Yo buscaba su cuevita. Lo hacía con suavidad, ya que sabía que estaba recuperándose de la visita de mi pedazo hacía pocas horas.
Tropezando y tirando un revistero por el camino, llegamos a la alcoba. Había dejado la luz del velador solamente y un par de velas encendidas para iluminar nuestro lecho tenuemente. Ella vio los pétalos de rosa y me dijo:
- Cómo podes estar en cada detallecito!!! Esto jamás lo había vivido! Sos un bomboncito pendejo! Qué afortunada me siento de ser TU PUTA!
Yo la contemplaba con ojos cargados de deseo y satisfacción. Ella tenía sus rulos alborotados, lo cual, a mis ojos, la volvía mas sexy, si es que eso era posible. Mi mirada recorría la geografía de su cuerpo, quería grabar en mis retinas cada poro, cada curva, cada lunar de la que consideraba mi mujer. Pero enseguida “volví” de mi ensoñación. Paola enjugó una lágrima y se acarició el culito con gesto de dolor.
- Ay tía, no te habré lastimado no? – le dije preocupado.
Ella me tranquilizó:
- Nene quedate tranquilo. Se me escapó un lagrimón de pura felicidad. No te voy a negar que me arde el culo como la puta madre, ¡pero me gustó mucho!
Yo le acaricié las nalgas con suavidad y sonreí. Le estaba doliendo horrores, pero se la bancaba para no romper el clima cachondo que se había generado, esa atmósfera tan única en la cual nuestros sentidos son exacerbados por el roce de las pieles, el tenue aroma a sexos, la humedad más deseada, los cabellos revueltos, las sábanas arrugadas…
Yo me sentí culpable y ensayé una disculpa:
– Perdoname, me deje llevar por la calentura del momento… ¡La pucha! ¡De veras que eras virgen! Ese culo me dio trabajo para taladrarlo!
– ¡Ja ja ja! – ella se rió con ganas – ¿Dudaste no? – agregó entornando los ojitos.
Yo sonreí y tome su cara con ambas manos, para darle un beso tierno en los labios.
- Para serte franco yo tenía mis dudas… Pero eso no se puede fingir. Lo tenías cerradito al pobre! – le dije.
- El boludo de tu Tío hace años que se cansó de pedírmelo. ¡Se lo perdió por cagarme con una mina de la oficina! Que se joda el muy hijo de puta! A mi me encanta que vos hayas sido el primer hombre en llenarme la cola de leche. Hace años que fantaseo con tu verga nene!
Sus palabras me llenaron de orgullo. Mi corazón alteró sus latidos, acelerando con el eco fresco de su dulce voz danzando en mis oídos. Mi tía me había entregado su tesoro y ambos estábamos inmensamente felices por ello.
Mientras jugueteaba con uno de sus puntiagudos pezones, le respondí:
- Ese es el elogio mas lindo que recibí en la vida! Pero te veo sufrir Pao, ¿Por qué no te das un bañito de asiento en el bidet? El agua tibia tal vez te ayude. – le recomendé.
- Dale! Esa idea me gustó!
Desnudos nos encaminamos al baño. Abrazados. Mi miembro colgando, aún con rastros de semen embadurnando el glande. Ella caminaba con cierta dificultad.
- La verdad que no te podes quejar! Me rompí el culo para cogerte nene!- bromeó con la sonrisa radiante. Ambos reímos con la ocurrencia.
Una vez en el baño, ella se sentó en el bidet y yo me metí a la ducha a lavarme un poco.
- Mmmmm…siiii !!! – la escuché suspirar.
- Te alivia verdad? – pregunté mientras enjabonaba el tronco de mi verga.
- Delicioso! – respondió Pao.
- ¿Cómo conocías este truco? – Me preguntó curiosa.
- Leo mucho tía. Especialmente literatura erótica. No pienses que soy un pajero, aunque no te voy a negar que alguna paja me hago cada tanto, leer este tipo de historias abre mi cabeza, me aporta ideas y descubro cómo aumentar mi placer y el de mi pareja en la cama. No es simplemente leer detalles de una garchada. Es el clima, la antesala, el deseo, los juegos, las palabras, la calentura en aumento, el descontrol, el frenesí del clímax… En fin… Es un tema que me apasiona!
- Ya lo creo! – me respondió – Se te nota la pasión con la que hablas de ello! Te das cuenta que somos almas gemelas? Yo también adoro los relatos eróticos y me gusta mirar a escondidas el canal porno! – agregó guiñándome un ojo.
Terminé de ducharme y me paré junto a ella, que reponía el orto con agua tibiecita. Le acaricié el pelo, ella me atrajo tomándome de una nalga y me besó la verga en reposo.
- Se ganó todos mis besitos tu pija nene!
- ¿Ella sola?- pregunté haciéndome el celoso.
- Vos también mi amor, sos un dulce de leche!!! – me dijo y me atrajo hacia su boca, besándome con ternura.
Dejamos a nuestras lenguas seguir conociéndose, Tía tenía la lengua suave y esponjosa, se metía en mi boca y lamía mi lengua, yo podía percibir el aroma de su saliva, que mojaba mis labios. Sus chuponazos llenaban el aire con su sinfonía erótica.
- chuick…chup…chuiiiiickk…mmmmmmmm…chuuup…
Su mano ya buscaba mi miembro, entonces la frené con suavidad y le propuse;
- Tía, vamos de compras, esta noche quiero agasajarte como vos mereces!
Su sonrisa me iluminó, como siempre.
- Mmmmm…que tendrás pensado para mi nene?!!! – quiso saber mordiéndose los labios con esa voluptuosidad tan suya, tan puta…
Le guiñé un ojo y la volví a besar.
Nos lavamos y salimos de compras, Yo quería tener una cena para dos esa noche en su casa y luego festejar nuestra “luna de miel”. Fuimos a un shopping. Paseamos mirando vidrieras. Ella me tomó del brazo, una precaución que acordamos por las dudas que algún conocido nos viera por allí. Una tía madura y su joven sobrino del brazo no era especialmente sospechoso. En un momento le dije a mi tía que iría a comprar algo especial para la noche, nos separamos y quedamos en vernos en el subsuelo en 20 minutos. Pasado ese lapso, ambos con bolsas cargadas, nos reunimos y partimos para su casa.
Nuestra Luna de Miel
(Mi PUTA)
Le pedí a Paola que fuera a vestirse, elegante y provocativa, mientras yo prepararía la mesa y los detalles de nuestra cena. Ella escogió ropa y subió al cuarto de sus hijos a cambiarse.
Yo puse la mesa, encendí las velas que había comprado para iluminar la escena, puse otras cuantas velitas mas por los rincones del comedor, encendí el equipo de música y cargué un cd de lentos en inglés. Apagué la luz y admiré mi obra maestra.
Me faltaba el dormitorio. Rápido busque otra de las bolsas que traje del shopping; la que tenía las 6 rosas rojas.
Sacrifiqué 5 rosas para desparramar los pétalos en la cama matrimonial y parte de la alfombra. Conservé la mas bonita para ofrendarla a mi amor.
Perfumé las sábanas con un dulce y afrodisíaco aroma, ya estaba casi todo en orden.
Me puse sólo un pantalón, sin nada debajo, y una camisa color salmón. Me paré junto a las escaleras a esperar a mi dama.
Estaba emocionado. Paola apareció por el pasillo superior despampanante. Tenía un vestido rojo, muy escotado que dejaba ver su espalda bronceada, casi hasta el nacimiento de sus nalgas.
Un tajo al costado dejaba ver parte de sus piernas, que lucían una sexy media de red.
Paola quedó deslumbrada por las velas, la música y las botellitas de champagne pequeñas que traje ocultas del shopping. Se había pintado los labios de rojo pasión y delineado los ojazos. Su perfume me perdía de deseo y en los pechos brillaban minúsculas partículas de una brillantina que resaltaban su piel tostada. Qué buen par de tetas! Me embobaba admirándolas. Ella extendió su mano y la ayudé a bajar los últimos escalones. Una vez que estuvimos al mismo nivel, nos abrazamos y nos besamos largamente. Mi miembro recobraba su ímpetu y ya pugnaba por escapar del pantalón.
La tomé de la cintura y la llevé a la mesa. Serví las copas y brindamos. Mas besos. La invité a bailar un lento; “murmullo descuidado” de wham!...
La tenía bien pegada a mi cuerpo, balanceándonos al ritmo de la música. Mi verga era a estas alturas inocultable. Bajaron mis manos a sus nalgas, sentía sus hermosos pechos comprimirse contra mí, adivinaba sus pezones erectos. Nos miramos a los ojos y nuestras bocas se buscaron. Sus dedos se entrelazaban en mi cabello, y su entrepierna se meneaba pegada a la mía con incomparable vaivén.
Varios minutos de juego y cachondeo. Por fin, tratamos de comportarnos y sentarnos a cenar. Las velas daban a sus ojos un reflejo especial. Charlamos. Nos confesamos como creció con los años el deseo mutuo de poseernos. Bebimos y reímos. La pizza se enfriaba, casi no la tocamos. Paola había cruzado las piernas y tras beber su enésimo sorbo de champagne, pasó la lengua sobre sus rojos labios con una sensualidad que casi me hace acabar allí mismo. En ese instante me decidí. Me levanté de la silla y me arrodillé frente a ella. Saqué de mi bolsillo un pequeño estuche y se lo ofrecí. Era un anillo con una pequeña piedra roja, enchapado en oro, muy bonito. Paola estaba boquiabierta, sin saber que decir, entonces rompí el silencio:
- Quiero que seamos amantes Paola. Este anillo simboliza nuestra pasión, nuestro fuego inexplicable que nos devora de deseo hace tantos años… Quiero que aceptes, que estás dispuesta a correr el riesgo junto a mi.
- Pero claro que acepto nene! Me acabo de mojar toda escuchándote! Qué dulce que sos!!! Pendejo me estás calentando como nunca me había calentado. Cómo podes estar en cada detalle y ser tan divino?! – exclamó jubilosa.
- Sos mi reina. Quiero tratarte como tal. No tenes que sufrir mas la indiferencia bonita, yo te quiero cuidar y atender y mimar…
No pude seguir. Ella me tomó del cuello y me atrajo a su boca, que me esperaba abierta y húmeda. Los besos crecieron en intensidad. Mis manos volaban de sus tetas a sus muslos. Ella acomodó su pie, enfundado en un hermoso zapato rojo de taco altísimo, de manera que podía frotarme la pija con el empeine. Nos deleitamos mutuamente, mientras escribo nuestra historia, casi puedo sentir el sabor a frutillas de su labial en mi boca, nos mordíamos suavemente los labios, la saliva se entremezclaba en el frenético duelo de lenguas. La tomé con firmeza de la cintura y la ayudé a incorporarse. No interrumpimos los besos. Volvimos a bailar pegados, ella con su mano acariciaba mi herramienta por sobre la tela del pantalón, yo no dejaba de intercalar sus nalgas y sus pechos, mis manos surcaban sus curvas en voraces travesías.
Ella comenzaba a gemir, se abandonaba al placer en mis brazos. Casi sin sacar su lengua de mi boca balbuceó:
- Cogeme aquí mismo bebe! Tirame en la alfombra y haceme lo que quieras, soy toda tuya, pedime lo que quieras, quiero ser TU PUTA, quiero complacerte hasta secarte las pelotas de leche! Voy a ordeñarte hasta cansarme nene!
En mi mente retumbaban sólo dos de sus palabras, las mas contundentes; TU PUTA…
No se porque escucharla decir aquello me aceleró tanto, pero en sus labios, PUTA sonaba a gloria, PUTA tenía la melodía mas bella que haya escuchado, PUTA se escurría de su boca como semen recién eyaculado. La verga me dolía de tan dura. La mujer que apretaba mi bulto cada mas con mas fuerza quería ser MI PUTA!!! Me sentía flotar, era como estar en un sueño de esos de los que no te querés despertar jamás, y lo mejor era que estaba despierto, vivo, Hambriento de lujuria y deseo. La palabrita mágica era PUTA. Mis mas bajos instintos se posesionaron de cada fibra de mi ser. Mi mano se coló por donde terminaba el vestido en su espalda. Podía palpar su piel erizada, toque un hilo de tela y adiviné una tanga de esas que te cortan la respiración. Seguí bajando con mis dedos hundiéndose paulatinamente en la raya que separaba sus deliciosas nalgas. Noté que el hilito se perdía entre esas redondeces de generosa carne.
- Cogeme papi, cogeme por favor – insistía ella.
Comencé a conducirla hacia el dormitorio, caminando con dificultad, con su lengua dentro de mi boca y su mano aferrada a mi entrepierna. Yo buscaba su cuevita. Lo hacía con suavidad, ya que sabía que estaba recuperándose de la visita de mi pedazo hacía pocas horas.
Tropezando y tirando un revistero por el camino, llegamos a la alcoba. Había dejado la luz del velador solamente y un par de velas encendidas para iluminar nuestro lecho tenuemente. Ella vio los pétalos de rosa y me dijo:
- Cómo podes estar en cada detallecito!!! Esto jamás lo había vivido! Sos un bomboncito pendejo! Qué afortunada me siento de ser TU PUTA!
Sin agregar nada mas se arrodilló delante de mí y me bajó la bragueta con brusquedad, haciendo saltar fuera del pantalón a mi pija tiesa y babosa de líquido preseminal.
- Mmmmm este juguito me hace delirar! Yo te la puse asi nene, TU PUTA te puso a chorrear la poronga con una buena apretadita!
Quise responderle pero sólo alcancé a ver como mi verga se perdía en su cálida y húmeda boquita. Lo succionaba, lo lamía con fruición, con la cara desencajada, echa una PUTA desesperada. La agarré del cabello firmemente y comencé a bombear en su boca. Sentía el Glande pasar mas allá de su campanilla, lo cual le provocó una que otra arcada, pero estaba tan caliente que intentaba meterla aún un poco mas en su garganta.
Su saliva chorreaba por mis huevos y bajaba por mi entrepierna. Terminó de quitarme los pantalones y yo me saqué la camisa, quedando en bolas.
Cometela toda PUTITA, chupame bien chupada la pija! – Le dije con voz temblorosa.
Ella daba rienda suelta a toda su sabiduría en el arte de chupar un pene. Aprisionaba la cabeza con los labios y la sometía a la acción de ininterrumpidos y veloces lengüetazos, que me hacían poner los ojos en blanco de puro placer. Luego lo lamía como a un helado, transitando el tronco de abajo hacia arriba, pincelándolo de saliva espesa. Volvía a tragárselo con furia. Mi vello pubial tocaba su nariz, su mentón golpeaba mis huevos. La tenía hasta la garganta la muy putona. Con una mano me acariciaba los testículos y luego comenzó a bajar en dirección a mi culo. Me metió un dedo y jugueteó un poco en la entrada. El shock eléctrico que recorrió mi cuerpo fue alucinante. Me asusté porque estaba bien seguro que NO era puto, ni nada parecido. Pero su dedo en mi culo me hizo desear su lengua también allí. Era una sensación rara pero deliciosa. Su dedo suave resbalaba apenas hasta la primer falange dentro mío. Su boca en mi verga y su dedo en mi orto me producían una mezcla de violentos espasmos que hacían contorsionar mi cuerpo hacia atrás y adelante. Paola continuó así un largo rato. Yo disfrutaba como un semental, y podía ver que sus ojos lagrimeaban y se ponían rojos, producto de las pequeñas arcadas que la estremecían cuando la tragaba entera. Me costó separarla y levantarla para desvestirla. La volví a besar y sentí el tenue sabor de mi propio néctar en su boca. El cierre del vestido bajó raudamente y la tela acarició la piel por última vez mientras caía al suelo. Qué sorpresa! Paola lucía un conjunto de ropa interior negra transparente, con encaje y portaligas, bien de PUTITA, que se había comprado en el shopping especialmente para mi.
- Este es tu regalito pendejo! – me murmuró al oído, lamiéndome el lóbulo con su lengua. Eso me hizo sobresaltar, era mi punto débil. La piel de mi cuello y mis brazos se erizó irremediablemente, cosa que ella notó instantáneamente.
- Esto te pone loquito no papi? – Me dijo con la lengua jugueteando en mi oído.
Yo cerré los ojos y mordí mis labios, mientras su mano me pajeaba la pija lentamente.
- Te gusta como te pone tu PUTA amor? – Me preguntó torturándome con su respiración caliente en mi oreja.
Bajé un poco su corpiño y saqué sus pezones puntiagudos para chuparlos. Mientras mi lengua los recorría, ella continuaba jadeándome al oído y susurrándome todo tipo de obscenidades. Mi boca succionaba sus pezones, los mordisqueaba y los sopapeaba con la lengua. Trataba de meterme sus tetas lo mas posible en la boca. Ella apretaba mi verga con mas fuerza al sentir semejantes juegos en sus senos.
- Cogeeemeeee - Me rogó.
- Si mi amor –alcancé a decirle mientras caíamos en la cama, recibidos por los
suaves pétalos que perfumaron nuestra hambrienta piel.
La puse boca arriba, subí sus piernas a mis hombros y le corrí la tanga lo suficiente para que mi verga entrara en su conchita. No la metí de una, primero la hice resbalar de arriba hacia abajo, para remojarla en sus jugos y calentarla mas.
- ahhhhhhh…ahhhhhhhh…la puta que te parió pendejo, querés meterme la pija de una puta vez?!!! – Me retó la perra en celo.
Obedecí. La escena del Mástil de carne entrando en su argolla fue sublime. Ella gemía a viva voz. No le importaba un reverendo carajo que los vecinos la escucharan gozar como una yegua. Yo aceleré el mete-saca hasta hacerla perder la razón. Mis huevos golpeaban la entrada de su culo y se podía escuchar el chapoteo de la verga al hundirse en esa concha a punto caramelo.
- chup…chup..chup…chupp. chup..
Me di cuenta que mi pedazo tenía lápiz labial rojo en el tronco y en la base, lo cual me cachondeaba de lo lindo. Tomé una de sus piernas y la puse en el otro hombro, junto con la otra, mientras seguía mandándole fruta. Esta posición intensificó su placer, pues su conchita apretaba mas mi pija al entrar y salir. La veía morderse los labios y meterse los pezones en la boca, sin dejar de jadear en ningún momento.
Me detuve. La puse en cuatro. Ella gritó:
- Si papito cojeme!!! Asiiiiiiiii…
Se la metí hasta el fondo. Con las puntas de los dedos de los pies, me afirmaba en le colchón y hacía fuerza, empujando mas y mas la pija adentro de ella, lo cual la enloquecía cada vez mas. Me agarré de sus nalgas, Luego del pelo, mas tarde sus tetas. Ella se vino con todo. Acabó a los gritos, y me asusté tanto que tuve que taparle la boca para apaciguar su excitación. Sus piernas casi ceden, por lo que tuve que sostenerla fuerte mientras sentí como mi leche estaba anunciándome su llegada con ese estremecimiento tan peculiar que conocemos los hombres. Paola aún resoplaba con el culo bien paradito, la cara contra las sábanas y el cuerpo temblando, Yo me concentré para no acabar así, pero era inútil. Le anuncié mi descarga:
- Voy a acabar PUTA, y quiero tu boca y tu carita!!!
Ella saltó como una pantera, sacándose la pija de un tirón y buscando desesperada la barra de carne para llevarla a su boca.
Casi no le doy tiempo. El primer lechazo fue a dar a su mejilla y casi llega al ojo, el segundo entró en su roja boquita, al igual que el resto de la carga. Ella abrió bien su boca y pude ver como mi leche bañaba su lengua y sus labios. Chorreaba el esperma entre sus dientes blancos y se mezclaba con su saliva. La comisura de sus labios se tiño de un color blanquecino también. Paola abrió bien la boca y me mostró mi leche adentro. Con su dedo recogió el lechazo en su mejilla y luego lo chupó como un chupetín. Esa era mi PUTA!!!
Ella daba rienda suelta a toda su sabiduría en el arte de chupar un pene. Aprisionaba la cabeza con los labios y la sometía a la acción de ininterrumpidos y veloces lengüetazos, que me hacían poner los ojos en blanco de puro placer. Luego lo lamía como a un helado, transitando el tronco de abajo hacia arriba, pincelándolo de saliva espesa. Volvía a tragárselo con furia. Mi vello pubial tocaba su nariz, su mentón golpeaba mis huevos. La tenía hasta la garganta la muy putona. Con una mano me acariciaba los testículos y luego comenzó a bajar en dirección a mi culo. Me metió un dedo y jugueteó un poco en la entrada. El shock eléctrico que recorrió mi cuerpo fue alucinante. Me asusté porque estaba bien seguro que NO era puto, ni nada parecido. Pero su dedo en mi culo me hizo desear su lengua también allí. Era una sensación rara pero deliciosa. Su dedo suave resbalaba apenas hasta la primer falange dentro mío. Su boca en mi verga y su dedo en mi orto me producían una mezcla de violentos espasmos que hacían contorsionar mi cuerpo hacia atrás y adelante. Paola continuó así un largo rato. Yo disfrutaba como un semental, y podía ver que sus ojos lagrimeaban y se ponían rojos, producto de las pequeñas arcadas que la estremecían cuando la tragaba entera. Me costó separarla y levantarla para desvestirla. La volví a besar y sentí el tenue sabor de mi propio néctar en su boca. El cierre del vestido bajó raudamente y la tela acarició la piel por última vez mientras caía al suelo. Qué sorpresa! Paola lucía un conjunto de ropa interior negra transparente, con encaje y portaligas, bien de PUTITA, que se había comprado en el shopping especialmente para mi.
- Este es tu regalito pendejo! – me murmuró al oído, lamiéndome el lóbulo con su lengua. Eso me hizo sobresaltar, era mi punto débil. La piel de mi cuello y mis brazos se erizó irremediablemente, cosa que ella notó instantáneamente.
- Esto te pone loquito no papi? – Me dijo con la lengua jugueteando en mi oído.
Yo cerré los ojos y mordí mis labios, mientras su mano me pajeaba la pija lentamente.
- Te gusta como te pone tu PUTA amor? – Me preguntó torturándome con su respiración caliente en mi oreja.
Bajé un poco su corpiño y saqué sus pezones puntiagudos para chuparlos. Mientras mi lengua los recorría, ella continuaba jadeándome al oído y susurrándome todo tipo de obscenidades. Mi boca succionaba sus pezones, los mordisqueaba y los sopapeaba con la lengua. Trataba de meterme sus tetas lo mas posible en la boca. Ella apretaba mi verga con mas fuerza al sentir semejantes juegos en sus senos.
- Cogeeemeeee - Me rogó.
- Si mi amor –alcancé a decirle mientras caíamos en la cama, recibidos por los
suaves pétalos que perfumaron nuestra hambrienta piel.
La puse boca arriba, subí sus piernas a mis hombros y le corrí la tanga lo suficiente para que mi verga entrara en su conchita. No la metí de una, primero la hice resbalar de arriba hacia abajo, para remojarla en sus jugos y calentarla mas.
- ahhhhhhh…ahhhhhhhh…la puta que te parió pendejo, querés meterme la pija de una puta vez?!!! – Me retó la perra en celo.
Obedecí. La escena del Mástil de carne entrando en su argolla fue sublime. Ella gemía a viva voz. No le importaba un reverendo carajo que los vecinos la escucharan gozar como una yegua. Yo aceleré el mete-saca hasta hacerla perder la razón. Mis huevos golpeaban la entrada de su culo y se podía escuchar el chapoteo de la verga al hundirse en esa concha a punto caramelo.
- chup…chup..chup…chupp. chup..
Me di cuenta que mi pedazo tenía lápiz labial rojo en el tronco y en la base, lo cual me cachondeaba de lo lindo. Tomé una de sus piernas y la puse en el otro hombro, junto con la otra, mientras seguía mandándole fruta. Esta posición intensificó su placer, pues su conchita apretaba mas mi pija al entrar y salir. La veía morderse los labios y meterse los pezones en la boca, sin dejar de jadear en ningún momento.
Me detuve. La puse en cuatro. Ella gritó:
- Si papito cojeme!!! Asiiiiiiiii…
Se la metí hasta el fondo. Con las puntas de los dedos de los pies, me afirmaba en le colchón y hacía fuerza, empujando mas y mas la pija adentro de ella, lo cual la enloquecía cada vez mas. Me agarré de sus nalgas, Luego del pelo, mas tarde sus tetas. Ella se vino con todo. Acabó a los gritos, y me asusté tanto que tuve que taparle la boca para apaciguar su excitación. Sus piernas casi ceden, por lo que tuve que sostenerla fuerte mientras sentí como mi leche estaba anunciándome su llegada con ese estremecimiento tan peculiar que conocemos los hombres. Paola aún resoplaba con el culo bien paradito, la cara contra las sábanas y el cuerpo temblando, Yo me concentré para no acabar así, pero era inútil. Le anuncié mi descarga:
- Voy a acabar PUTA, y quiero tu boca y tu carita!!!
Ella saltó como una pantera, sacándose la pija de un tirón y buscando desesperada la barra de carne para llevarla a su boca.
Casi no le doy tiempo. El primer lechazo fue a dar a su mejilla y casi llega al ojo, el segundo entró en su roja boquita, al igual que el resto de la carga. Ella abrió bien su boca y pude ver como mi leche bañaba su lengua y sus labios. Chorreaba el esperma entre sus dientes blancos y se mezclaba con su saliva. La comisura de sus labios se tiño de un color blanquecino también. Paola abrió bien la boca y me mostró mi leche adentro. Con su dedo recogió el lechazo en su mejilla y luego lo chupó como un chupetín. Esa era mi PUTA!!!
Cerró la boca y la vi jugar con el semen, paseándolo por su boca, saboreándolo, y luego lo tragó. Yo exprimía mi verga para que no quedara nada.
Paola se arrodilló en la cama y me besó en la boca. Tenía un sabor saladito. Aún había restos de mi en su lengua. Nos lamimos saboreando la poca lechita que quedaba, y al separarnos unos centímetros, un hilito de baba unía nuestras bocas hambrientas. Que paisaje!!!
No me permití descansar. Me arrojé entre sus piernas y le chupe la conchita. Ella se dejó caer de espaldas y abrió bien las patas para que la lamiera. Se movía bruscamente, sin poder controlarse, mi lengua buscó su culito para resarcir el doloroso encuentro de la tarde. La única música que impregnaba la noche, era la de nuestra respiración agitada, nuestros gemidos, nuestros jadeos…
Me dedique a saborearla bien, cada rinconcito. Su culito ya no se mostraba tan reacio a dejar entrar mi lengua, pero sabía que aún dolía. Decidí no pedírselo. Pero no le negué una intensa sesión de lamidas y salivazos. Paola se retorcía, dificultándome la tarea. Mi lengua presionaba su clítoris y ella se revolcaba violentamente.
- Mas…mas…quiero mas…cogeme bebe!!! – pedía a los gritos.
Mi verga estaba hecha mierda. Colgaba sin esperanzas, cansada de tanto trajín. El cuarto en ese día era casi imposible. Pero el corazón tiene razones que la razón no entiende, y Paola se dio vuelta e inició un 69 como sólo ella sabe hacerlo. Diez minutos de boquita mágica y estaba otra vez al palo. Ni yo podía creerlo!
Con la boca llena de verga, Pao me imploró:
- Quiero que me hagas el orto papi! Rompemelo, partimelo al medio, destrozamelo!!!
Pero quiero que me entierres la verga hasta los huevos en este culito que estrenaste vos mi amor.
No me permití descansar. Me arrojé entre sus piernas y le chupe la conchita. Ella se dejó caer de espaldas y abrió bien las patas para que la lamiera. Se movía bruscamente, sin poder controlarse, mi lengua buscó su culito para resarcir el doloroso encuentro de la tarde. La única música que impregnaba la noche, era la de nuestra respiración agitada, nuestros gemidos, nuestros jadeos…
Me dedique a saborearla bien, cada rinconcito. Su culito ya no se mostraba tan reacio a dejar entrar mi lengua, pero sabía que aún dolía. Decidí no pedírselo. Pero no le negué una intensa sesión de lamidas y salivazos. Paola se retorcía, dificultándome la tarea. Mi lengua presionaba su clítoris y ella se revolcaba violentamente.
- Mas…mas…quiero mas…cogeme bebe!!! – pedía a los gritos.
Mi verga estaba hecha mierda. Colgaba sin esperanzas, cansada de tanto trajín. El cuarto en ese día era casi imposible. Pero el corazón tiene razones que la razón no entiende, y Paola se dio vuelta e inició un 69 como sólo ella sabe hacerlo. Diez minutos de boquita mágica y estaba otra vez al palo. Ni yo podía creerlo!
Con la boca llena de verga, Pao me imploró:
- Quiero que me hagas el orto papi! Rompemelo, partimelo al medio, destrozamelo!!!
Pero quiero que me entierres la verga hasta los huevos en este culito que estrenaste vos mi amor.
Yo me puse ciego de calentura. La di vuelta, le escupí el ojo del orto y acomodé el glande en la puertita. Entonces me acordé de algo. Abrí el cajón de la cómoda y saque un platito de esos de pocillo de café con un trociTO de manteca encima.
- quiero cuidarte mi amor le dije.
Y le unté el culo con manteca. Metí dos dedos sin problemas, y masajee un poco el esfínter. El resto de la manteca fue a parar a mi pija. La embadurné abundantemente y ahí recién entonces se la enterré. Cuando ibamos por la mitad Paola gritó de dolor. Me detuve unos instantes. Ella misma comenzó a empujar el culo acalla atrás para metersela mas. Se la metí toda. Ella sollozaba. Pero se movía empujandome, como queriendola aun mas y mas adentro. Arranqué el bombeo, y me sentía en excelente forma, la iba a coger un rato largo, porque el orgasmo mío iba a demorar. Otra vez mis castigados huevos, esos eternos compañeros que rebotan en la puerta del cielo, eran estrellados sin misericordia contra su vulva hinchada y peludita.
El traqueteo hacía sonar el elástico de la cama. Paola se metió los dedos en el clítoris y se masturbaba, mientras sus gestos de dolor y de placer se sucedían en su bonito rostro.
Sentí su culo ceder varias veces, como si se desgarrara, y entonces bombeaba mas frenéticamente. Yo calculo 20 minutos asi, con Paola de espaldas masturbándose como loca y acabando un par de veces y yo rompiéndole el culo sin compasión.
Sentí la leche venir, y empujé con furia, quería acabar bien adentro, lo mas profundo posible. Los chorros de esperma inundaron sus intestinos y los dos gritamos de gozo.
- Ahhhhhhhh…siiiii…ahhhhhhhhhhh…toda….
- Lléname… ahhhhhhhhh…siiiiiiiiiiiiiii…culeame toda papi!!!
Nos quedamos asi un rato. Yo seguí dentro de ella sintiendo mi verga vacía del todo. Por Dios! Que polvazo!
Me salí de Paola y miré su ano, mi leche empezaba a escurrir de su culo y mezclada con ella un poco de sangre…
- quiero cuidarte mi amor le dije.
Y le unté el culo con manteca. Metí dos dedos sin problemas, y masajee un poco el esfínter. El resto de la manteca fue a parar a mi pija. La embadurné abundantemente y ahí recién entonces se la enterré. Cuando ibamos por la mitad Paola gritó de dolor. Me detuve unos instantes. Ella misma comenzó a empujar el culo acalla atrás para metersela mas. Se la metí toda. Ella sollozaba. Pero se movía empujandome, como queriendola aun mas y mas adentro. Arranqué el bombeo, y me sentía en excelente forma, la iba a coger un rato largo, porque el orgasmo mío iba a demorar. Otra vez mis castigados huevos, esos eternos compañeros que rebotan en la puerta del cielo, eran estrellados sin misericordia contra su vulva hinchada y peludita.
El traqueteo hacía sonar el elástico de la cama. Paola se metió los dedos en el clítoris y se masturbaba, mientras sus gestos de dolor y de placer se sucedían en su bonito rostro.
Sentí su culo ceder varias veces, como si se desgarrara, y entonces bombeaba mas frenéticamente. Yo calculo 20 minutos asi, con Paola de espaldas masturbándose como loca y acabando un par de veces y yo rompiéndole el culo sin compasión.
Sentí la leche venir, y empujé con furia, quería acabar bien adentro, lo mas profundo posible. Los chorros de esperma inundaron sus intestinos y los dos gritamos de gozo.
- Ahhhhhhhh…siiiii…ahhhhhhhhhhh…toda….
- Lléname… ahhhhhhhhh…siiiiiiiiiiiiiii…culeame toda papi!!!
Nos quedamos asi un rato. Yo seguí dentro de ella sintiendo mi verga vacía del todo. Por Dios! Que polvazo!
Me salí de Paola y miré su ano, mi leche empezaba a escurrir de su culo y mezclada con ella un poco de sangre…
Ella me abrazó y me beso en la boca. Enredados en mimos nos quedamos dormidos. Siempre hemos llamado a ese día nuestra Luna de Miel. Cada 17 de febrero nos encontramos para revivirlo.
Pao es la mujer que amo. Aunque se que lo nuestro es imposible. La amo resignado a que nunca podrá ser, pero con la dicha de saber que puedo tenerla en mis brazos cuando lo quiera.
Y al fin y al cabo esta situación nos satisface, y no nos enrolla en algo que podría lastimar varias vidas y hacer mierda una familia. Hoy Tía Paola tiene 63 años. Y todavía pide guerra, y yo se la doy.
Porque ella siempre sera MI PUTA…
Pao es la mujer que amo. Aunque se que lo nuestro es imposible. La amo resignado a que nunca podrá ser, pero con la dicha de saber que puedo tenerla en mis brazos cuando lo quiera.
Y al fin y al cabo esta situación nos satisface, y no nos enrolla en algo que podría lastimar varias vidas y hacer mierda una familia. Hoy Tía Paola tiene 63 años. Y todavía pide guerra, y yo se la doy.
Porque ella siempre sera MI PUTA…