lunes, 12 de octubre de 2009

Dos Argentinas en España


Aquel era un sábado por la noche como cualquier otro, se podría afirmar incluso que terminaría como todos los anteriores, marchándome medio borracho hasta casa para meterme en la cama. Pero todo empezó a cambiar cuando estando en un bar mi amigo Marcos se me acerca y me dice:

  Juan tú eres un fan de Joaquín Sabina ¿no?
 
- Joder Marcos ya sabes que me conozco todas sus canciones de memoria.

- Entonces acompáñame que te tengo que presentar a alguien.

Caminé tras mi amigo hasta el fondo del bar donde se detuvo frente a dos chicas, que le esperaban apoyadas en la pared. Una vez realizadas las presentaciones de rigor pude comprobar con sorna que lo que pretendía mi colega y amigo es que entretuviese a una de las dos muchachas mientras él se trabajaba a la otra. Las chicas eran argentinas y estaban de vacaciones recorriendo España sin ningún plan preconcebido. Eran dos niñas de papá con dinero y bastante extrovertidas por lo cual no me pareció mal plan pasar el resto de la noche charlando con Emilia, que así se llamaba la chica con la que tenía que conversar.

Estuvimos varias horas los cuatro charlando y andando de bar en bar; poco a poco mi amigo Marcos se estaba trabajando a su argentina mientras yo disfrutaba charlando con Emilia. La situación se volvió determinante cuando cerraron los bares de la zona y al salir, Julia la amiga de mi argentina, agarra a Emilia y se van al baño.

- Bueno, Juan. ¿Cómo lo ves? - me preguntó Marcos al quedarnos solos.

- Yo a ti te veo de puta madre. ¿Dónde te la piensas llevar? - Le pregunté mientras me encendía un cigarro.

- Me parece que vamos a ir a su pensión que está aquí mismo. Necesitaría que me entretuvieras a Emilia durante un par de horitas.

- Vale, trato hecho. Pero recuerda que me deberás una y de las gordas. - me apresuré a decirle rápidamente debido a que las dos chicas venían ya hacia nosotros.

Nos quedamos los cuatro mirándonos un poco tensos hasta que Julia enganchó a mi amigo de la cintura y se fueron agarrados caminando por la calle. Emilia y yo nos miramos si saber muy bien que decirnos hasta que nos entró un ataque de risa a los dos que suavizó la tensión. Empezamos de nuevo a hablar con la normalidad anterior hasta que me preguntó a donde podíamos ir. Como me reconoció que no le apetecía entrar en una discoteca con la música a tope le propuse ir al malecón del exterior del puerto para contemplar el mar por la noche. La idea le gustó y charlando animádamente nos dirigimos hasta allí.

Llevábamos un rato sentados en el muro del malecón, fumando y charlando, cuando le propuse a Emilia bajar a las rocas para sentir más de cerca romper las olas. Alegre como estaba, por la conversación y por el alcohol, la idea le pareció estupenda y nos sentamos en una roca cercana al mar y alejada de las miradas de los escasos transeúntes del puerto. Este lugar más íntimo y romántico hizo que comenzáramos a hablar de cosas más personales y nos contáramos nuestros amoríos y desamoríos. La situación iba estupendamente y cuando empecé a pensar que podría suceder algo más pasional entre nosotros todo cambió.

De repente una ola, más fuerte que las anteriores, rompió contra las rocas y nos empapó enteros. Emilia se asustó al principio y en cuanto se vio toda mojada se empezó a reír.

- Joder Juan. No me digas que lo tenías todo preparado.

- Si lo hubiese preparado no me hubiese calado también yo. - le respondí riéndome por la situación. Los dos calados de arriba abajo.

En ese momento me fijé en Emilia, tenía la blusa totalmente mojada y se le transparentaban los pechos a través de la tela. Además debido al agua fría se le habían erizado los pezones y se le marcaban claramente. Esa visión me excitó tanto, que Emilia al darse cuenta me sonrió y me preguntó.

- ¿Qué, te gustan mis tetas? - dijo, sonriendo con picardía.

- Mucho la verdad.

- ¿Te gustaría tocármelas?

Y diciendo eso empezó a tocárselas graciosamente mientras me animaba a que la imitase. Correspondiendo su invitación acerqué las manos a sus pechos y comencé a acariciarlos suavemente por encima de la húmeda camisa. Emilia cerró los ojos y agarrando las muñecas me animaba a masajearle las tetas. Al poco alterné las caricias de la mano en el pecho con los dedos en los inhiestos pezones. Esto provocó que Emilia gimiese un poquito y que empezara a soltarse los botones de la camisa. Una vez suelta la camisa se desabrochó el sujetador liberando sus pechos. Los pechos de Emilia, en ese momento, me parecían lo más bonito del mundo, redondos y además con los pezones en punta. Aproveché la camisa abierta para acariciar los pechos con mayor libertad. Emilia excitada por mis caricias se incorporó hacia delante para buscar mi boca con sus labios. Mientras nos besábamos podía sentir el sabor de su lengua aderezada con el sabor a sal provocado por la ola que nos había empapado.

Me separé un poco de ella y pude contemplarla en plenitud. La visión de Emilia apoyada en la roca frente a mí con los pechos al aire y con los ojos cerrados me excitó tanto que bajé la cabeza para poder lamerle los pezones.

- Juan, ¡Qué bien! Sigue, sigue. ¿Te gusta como saben? - me preguntó gozosa.

- Saben un poco como las gambas a la plancha pero están más ricas.

Emilia se rió un poco y volvió a cerrar los ojos disfrutando de mis lametones, mientras, comenzó a soltarme la camisa a mí también. Pero para mi sorpresa no se detuvo solo allí sino que bajó la mano hasta el paquete de mi pantalón que ya para entonces estaba a punto de reventar.

- Que bulto tienes aquí, tu sigue con lo tuyo que lo voy a liberar. - Me aseguró mientras me soltaba cinturón y botones y me bajaba los pantalones con el pie.

Para entonces yo tenía la polla a punto de reventar de lo cachondo que estaba, pero Emilia era una chica que se hacía de rogar, de las que prefieren que primero se lo hagan a ellas y eso es algo que me gusta. Como ella me tenía agarrado por el miembro y lo frotaba por encima del bóxer, decidí proceder a bajarle los pantalones. Sin dejar de lamerle las tetas, le solté los botones del pantalón y con su inestimable ayuda, éste acabó junto los míos; en los tobillos.

Emilia al sentirse liberada de los vaqueros apretó su ingle contra mi paquete y cogiéndome de la cabeza me obligó a que nos volviéramos a besar. Estuvimos un rato morreándonos y metiéndonos mano de pie uno frente al otro. A rato decidí bajar la mano a su coñito y empecé a frotárselo por encima de las bragas. Emilia respondió pasándome los brazos por el cuello y besándome con más fuerza. Animado por su reacción pasé la mano al interior de su ropa interior y le pasé el dedo por su vagina. Emilia me frotaba las tetas contra el pecho y gemía en mi oreja aleccionándome a que continuase. Poco a poco fui introduciendole el dedo y lo movía dentro de ella como si me la estuviese follando. Emilia se retorcía frente a mí y me pedía que lo hiciese cada vez más fuerte. Cuando me empezó a doler la muñeca por lo incomodo de la postura escuché que me decía al oído.

- Juan sigue así. Más fuerte, que me viene, no pares boludo, no pares.

Ansioso por que terminará decidí volver a chuparle los pezones y eso fue determinante para ella. Emilia arqueó la espalda hacia atrás y empezó a correrse con mi dedo introducido en su coñito, mientras yo por mi parte enterraba la boca en su teta. Emilia se corrió en un largo orgasmo y al terminar me levantó la cabeza para que nos besáramos con ternura. Una vez más relajada, pero aún abrazándome me susurró.

- Juan, me tienes sorprendida. Además de hablar sabes hacer otras cosas. - tras decir esto mira hacia abajo y sonriendo dice. - Pero si sigues todo empalmado todavía, habría que hacer algo para solucionarlo.

Nada más decir esto empezó a frotarme el miembro por encima del bóxer y descendió la cabeza para besarme el pecho. Ante sus caricias cerré los ojos y apoyé la espalda en la roca para disfrutar más intensamente de la situación. Después de besarme durante un rato el pecho, Emilia me bajó el bóxer hasta los tobillos para estar más cómoda y contempló golosa mi hinchado miembro. Cogió mi verga con la mano y comenzó a masajearlo suavemente al principio para ir aumentando paulatinamente la intensidad de sus movimientos. Mientras con sus manos me pajeaba, con la boca seguía lamiéndome el pecho e iba descendiendo hacia la ingle. Una vez llegó a la raíz de mi miembro con la boca, soltó la mano del mismo para acercar sus labios a la puta de mi pene. Me estaba poniendo a mil, de pie, apoyado en las rocas y con Emilia vestida solo con las braguitas y una camisa abierta mientras me besaba la polla que estaba dura como un roble. Para aumentar más si cabía la intensidad de su labor, decidió cogerme el culo con las manos y se metió la polla en la boca lentamente. Una vez introducida en la boca, comenzó a sacarla y a meterla frotándola solo con los labios mientras me apretaba el culo para ayudarse con el movimiento. Ese mete-saca que Emilia me hacía con la boca fue determinante en mi situación. Noté como la excitación bajó por mi espina dorsal hasta llegar a los huevos y una vez allí, esperando salir me escuché decir en un murmullo:

- Emilia para, que me corro, que me corro.
 
Para mi sorpresa, en vez de sacarse la polla, Emilia apretó más sus dedos en mis glúteos y aceleró el ritmo de su boca, la intensidad de su mete-saca. Yo ya no pude aguantar más a mis huevos y sentí como me corría en la boca de mi compañera. Nada más correrme Emilia fue suavizando sus chupadas y cuando se extrajo el miembro de su boca un reguerillo de semen colgaba de sus labios. Se limpió un poco con mi camisa y nos dimos un beso que nos fue relajando poco a poco.

Al poco rato de estar abrazados nos fuimos enfriando y nos vestimos. Debido a la humedad de las ropas y a la sensación experimentada hacía poco empezamos a sentirnos incómodos. Emilia me pidió que le acompañase a la pensión donde se alojaba con su amiga con la intención de asearse y de cambiarse las húmedas ropas que portaba. Agradecido como me sentía por la excelente experiencia que habíamos compartido, procedí a guiarla a través de la ciudad con destino a su alojamiento y a nuestra inevitable despedida.

Una vez llegamos al portal de la pensión, cuando creía que Emilia se despediría de mí y yo me dispondría a dirigirme a mi caliente, cómoda pero solitaria cama; mi argentina me invitó a acompañarle a subir a su habitación. Por una parte su invitación me extrañó porque pensaba que nuestro encuentro amoroso había terminado ya que la caminata hasta la pensión había sido en un violento silencio. Además no podía olvidar que lo mismo mi amigo estaba todavía en su habitación con Julia. Sin embargo me alegré por su amable invitación y me introduje tras ella en el portal.

- Oye Juan, lamento haber estado un poco borde durante el regreso desde el puerto. Pero es que me siento sucia por el salitre del agua de mar y además tengo un poco de frío. - se disculpó mientras subíamos los cuatro pisos que no separaban de su habitación.

- No te preocupes, Emilia, yo tampoco es que esté muy cómodo con toda la ropa mojada. Encima me pica toda la cara por culpa de la sal.

- A mí, me pasa lo mismo. - me confesó sonriéndome. - ¿Por qué no pasas al cuarto de baño y te lavas lo mejor posible?
- Pero, ¿Dónde está el Baño? ¿Dentro de la habitación?. - pregunté

- Es un baño minúsculo, pero tiene ducha y todo. Pasa conmigo rápido y en silencio y metámonos dentro. - me dijo mientras ya junto a la puerta de su habitación veía como sacaba la llave del bolsillo de los vaqueros, abría la puerta y tras asomarse ligeramente se introducía dentro.

Seguí a Emilia dentro de la habitación y una vez allí pude vislumbrar una enorme cama de matrimonio en la que en una esquina, sobre la sábana bajera, dormían plácidamente Marcos, mi amigo, y Julia acurrucada junto a él. Me quedé en la puerta un poco alelado observando la escena cuando pude ver a Emilia haciéndome señas desde la puerta del baño para que la siguiese. Di un brinco y raudo y veloz me metí en el cuarto de baño.

Efectivamente, era minúsculo, era tan diminuto que nos obligaba a estar muy juntos de pie a Emilia y a mí. La situación de proximidad nos trajo la antigua complicidad que habíamos experimentado solo una hora antes. Más cómodos y más animados nos dispusimos a asearnos un poco en el lavabo. Emilia sin ningún pudor, se quitó la blusa y el sujetador empezando a lavarse el torso y los pechos. Sin poder dejar de admirar lo guapa que estaba, la imité y quitándome mi camisa me empecé a lavar la cara en el diminuto lavabo.

Cuando ya nos habíamos limpiado un poco Emilia procedió a quitarse los pantalones para lavarse del todo. Debido a la dificultad de la asearse en el lavabo resignada me dijo:

- Yo no se tú, pero yo me meto en la ducha para quitarme toda la sal del cuerpo.

Tras decir estas palabras se quitó las bragas, corrió la mampara y se metió en la ducha. Me quedé un poco alucinado por la reacción tan repentina, pero tras un segundo de vacilación me desnudé del todo y la acompañé al interior de la pequeña ducha.

Decir pequeña, es decir poco, una vez dentro Emilia abrió el agua permitiendo que la frescura y dulzura del agua nos acariciase nuestros desnudos cuerpos. La sensación de bienestar del agua recorriendo nuestros cuerpos, unida a la proximidad desnuda de los mismos, hizo que nuestra excitación fuese aumentando y nuestras miradas viciosas dieron el pistoletazo de salida a lo inevitable.

Nuestros labios se buscaron, se tantearon y se unieron en un intenso beso. Mientras nuestros brazos enlazaban al compañero, nuestras manos acariciaban la espalda y el cuello del otro. Unidos como estábamos nos besábamos y amábamos mientras girábamos dentro de la ducha para refrescar nuestras cabezas y nuestros ardientes cuerpos. Poco a poco la excitación fue a más y nuestras manos empezaron a buscar zonas más erógenas en nuestro respectivo amante. Yo deslicé una mano suavemente hacia sus pechos mientras con la otra tanteaba su vagina. Emilia no se quedaba corta y mientras me acariciaba el cuello con una mano me agarró el pene con la otra mano.

Estuvimos un rato poniéndonos a mil mutuamente cuando Emilia de repente separó nuestros cuerpos y me preguntó viciosamente.

- ¿Quieres que pasemos a la cama?

- Pero están Julia y mi amigo. - le respondí.

- No te preocupes, entre el pedo que tenían y el revolcón que se habrán dado, estos no se despiertan. Además ¿No te da morbo hacerlo con ellos al lado?

- A mi me da morbo hacerlo contigo en donde sea. - respondí, cachondo perdido como estaba no me iba a poner a discutir.

Salimos de la ducha y nos secamos con la toalla mientras nos besábamos y reíamos pesando en hacer el amor en la habitación junto a nuestros dormidos amigos. Una vez secos entramos en la habitación y nos dirigimos a la cama. Por suerte era ancha y además nuestros respectivos amigos estaban dormidos en un rincón. Nos tumbamos uno junto al otro y empezamos a besarnos suave y tiérnamente.

A medida que nos besábamos nuestras manos empezaron a explorar todo el cuerpo del otro comenzando por la cara, el cuello y la espalda. Pero pronto fuimos a lugares más íntimos, buscando los glúteos, los pechos y la ingle. Estando así como estábamos decidí devolverle el favor a Emilia por la mamada que me había hecho en las rocas. Despacio fui besando partes de su cuerpo cada vez más bajas, poniéndome de rodillas para hacerlo más cómodo. Emilia dándose cuenta de mis intenciones se puso la almohada por encima de la cabeza para ahogar los gemidos que empezaba a lanzar.

Después de entretenerme un rato en sus pezones pasé a besarle el ombligo para acabar llegando a su vagina. Emilia tenía depilada esa parte y eso me excitó aun más porque me pone muy cachondo comerle la almeja a una tía y sentir en mi boca como se corre. Una vez colocado comencé a pasarle la punta de la lengua por los labios vaginales mientras con los dedos le acariciaba por todas partes, pezones, ombligo y demás parte de su desnudo cuerpo. Emilia se retorcía y gemía con la boca mordiendo la almohada, respondiendo a mis caricias, lo cual hizo que clavase mi boca en sus labios y empezase a introducir mi lengua dentro de su coñito.

Ocupado como me encontraba no me di cuenta de nada hasta que sentí que alguien me agarraba la polla desde detrás de mí. Sorprendido, detuve mi acción en el coñito de Emilia y me giré para contemplar a Julia, la amiga argentina. Estaba mirándome con cara de viciosa y boca arriba acercaba su cabeza a mi polla. Emilia ante la detención de mi labor se quitó la almohada de la cara y observó sorprendida a su amiga. Después me miró a mí y tras hacerme un gesto de complicidad colocó la cabeza sobre la almohada y cerró los ojos para disfrutar mejor.

Yo estaba alucinado, tenía en la boca el coñito de Emilia, que estaba deseando que me la follase en cuanto acabase de comérselo y por otro lado podía sentir como su amiga tumbada boca arriba se masturbaba mientras se me acercaba por detrás con la clara intención de apoderarse de mi miembro. Decidí continuar con el coñito de Emilia y me concentré en conseguir que se corriese cuanto antes. Chupé y chupé, pero de repente noté como Julia no contenta con acariciarme la polla se la estaba metiendo en la boca poco a poco.

Excitado por la mamada de Julia aumenté la intensidad sobre Emilia y notaba como cada vez se retorcía más intensamente. Ya le debe de faltar poco, pensé. Por lo tanto opté por enterrar del todo mi boca en su coño mientras mi lengua se movía dentro de él. Emilia estaba a punto, así me lo hizo saber, me pedía que siguiese, me gemía, me suplicaba. Sin embargo Julia seguía cada vez más fuerte con mi polla en su boca. La sentía gemir con mi verga dentro de ella y podía verla como con sus dedos se pajeaba mientras me la mamaba. Pero yo tenía que conseguir que Emilia se corriese. Y cuando ya no podía más Emilia arqueó la espalda y lanzo un gemido bestial mientras notaba en la boca como su coñito se corría. Con las dos manos cogió mi cabeza y me la enterró en su vagina mientras el orgasmo le recorrió todo el cuerpo.

Al sentir el coñito de Emilia correrse en mi boca me excité tanto que noté como me subía el semen de los huevos a la punta de la polla. Polla que Julia se metía y sacaba sin parar y a la que como no pude avisar se tragó toda mi corrida. El orgasmo me explotó en el pene en una de las embestidas dentro de la boca de Julia y la llené de semen.

Cuando terminé de correrme levanté la vista para contemplar a Emilia que me miraba con dulzura mientras respiraba entrecortádamente recuperándose del orgasmo experimentado. Un poco avergonzado por haberme corrido dentro de la boca de Julia sin avisar me di la vuelta pensando disculparme. Sin embargo me di cuenta de que no hacía falta.

Julia seguía tumbada igual que estaba antes pero esta vez, mi amigo Marcos estaba sobre ella. Los dos estaban follando como posesos gemían y bufaban como si estuviesen poseídos. Era tal su excitación que creo que ni se daban cuenta que Emilia y yo estábamos allí. Me tumbé junto a Emilia y nos pusimos a contemplarlos. Marcos la embestía con fuerza, mientras Julia le animaba a seguir. Contemplando este salvaje acto junto a mí noté una sensación en mi pene y noté que estaba poniéndome cachondo otra vez. Emilia me miró viciosa y empezó a masajearme el pene hasta que este se endureció del todo otra vez.

- Esta vez no te me escapas y vamos a hacer el amor. - me aseguró Emilia, divertida por la situación.

Tras colocarme el condón se tumbó junto a su amiga esperando ansiosa a que la penetrase. Mientras acercaba mi polla a su coñito oía a Julia gemir como una loca. La situación pudo conmigo, no fui muy delicado y se la metí hasta el fondo de golpe. Emilia la recibió con un gemido para comenzar enseguida a moverse favoreciendo mis embestidas. Cruzó las piernas aferrándome con ellas, y se puso a moer las caderas poseída como estaba por la excitante situación. Estábamos desbocados en ese momento. Emilia me pedía que la penetrase más fuerte y yo le mordisqueaba los pezones, le comía la boca, le hacía de todo. Estuvimos un rato bombeando así hasta que oímos como mi amigo se corría dentro de Julia. Nosotros seguimos con lo nuestro u rato más. De repente Emilia me apartó para poniéndose a cuatro patas mostrarme su culito. Me incorporé y tras agarrarla por las caderas la penetré golpeando sus glúteos con mi ingle. A cuatro patas me sentía totalmente dentro de ella. Notaba su culito estamparse en mis caderas y agarrando sus caderas apretaba en cada embestida.

- Juan, sigue, me vas a romper. - Oí como me decía Emilia.

- Aprieta cariño, aprieta

- Sigue, sigue que me viene, que me viene.

Seguí empujando con fuerza y pude ver como Julia tumbada bajo Emilia le chupaba las tetas. Esa visión era excesiva para mí. Notaba como el orgasmo resbalaba por la espalda y bajaba a mis huevos, cuando de repente noté que Emilia se estremecía arqueaba la espalda y gritaba.

- Juan, me corro, me corro.

Y abrazándose a Julia se corrió con mi última embestida porque a mi también me llegó el orgasmo que hizo que me vaciase dentro de ella. Desfallecido caímos los dos sobre la cama uno junto al otro y con nuestros amigos al lado que nos miraban entre divertidos y sorprendidos.