martes, 20 de abril de 2010

Las ahijadas crecen 1

De los tiempos de juventud, uno guarda muchas cosas.
Los partidos de fútbol, las borracheras, la novias, y las mutuas promesas.
Mi juventud y mi grupo, no fue la excepción.
Todos nos prometimos seguir siendo amigos para toda la vida, encauzar proyectos comunes, acompañarnos en la vida.
Es así que se fueron formando los primeros matrimonios y fuimos testigos, y al momento de legar los hijos entrecruzamos padrinazgos.

Ahijada SexyYo fui el último en casarme y el primero en divorciarme., pero de mis tiempos jóvenes, me quedaron varios amigos, y algunos ahijados. Entre ellos Gabrielita, una niña de ojos vivaces, y carrera corta. Ante cualquier cosa, salía disparada para meterse debajo de la mesa, y desde allí mirar lo que pasaba.

Yo después de mi divorcio, me refugié en el trabajo. Tomaba cuanta tarea se me ofrecía. Eso me llevó a viajar bastante y en el estudio para el cual trabajaba se asombraban de mi facilidad para armar las valijas y salir disparado para cualquier lugar, creo que en el fondo me parecía a Gabrielita.

Aprovechaba, mis cortas estancias en Buenos Aires, parra visitar a mi familia y a mis amigos.
Los asados de bienvenida, era casi un ritual.

Todos íbamos creciendo. Las familias se ampliaban.
Yo siempre llegaba con algún regalo para los hijos de mis amigos, algo lindo, algo novedoso que sólo se consiguiera en el exterior.

Siempre tenía que esperar para darle a Gabrielita su regalo, tal cual era su costumbre al verme llegar corría para sentarse debajo de la mesa, y una vez entrada en confianza salía para recibir su paquetito.

Los años fueron pasando, yo seguía sin pareja, y mis amigos aprovechaban para hacerme chistes en cuanto a la libertad y a la casi segura multitud de mujeres que tendría dada mi soltería y mi situación económica.

Gabrilita, pasó a ser Gabriela. Una hermosa niña, de pelo rubio lacio, ojos vivaces y cuerpo delgado.

Al cumplir ella quince años, yo estaba de viaje. Me dio mucha pena por ella, al fin de cuentas yo era su padrino, y no podía estar en su fiesta.
Casí para recompensarla, esa mañana la llamé para felicitarla, y le pregunté que quería de regalo, lo que fuera, yo se lo iba a regalar.

Me dijo que el regalo no era lo importante, que le hubiese gustado que yo estuviera allí, y que le comprara lo que quisiera, que la igual que todos mis anteriores regalos seguramente le iba a gustar.

Ese mismo dia, a la salida de la oficina, pase por Tiffany y le compré un colgante con un brillantito.
Ya esperando el regreso a Buenos Aires, aproveché a pasar por el free-shop y pregunté por un perfume que estuviera de onda. La vendedora me recomendó una fragancia y también se la compré.

Al fin de semana siguiente la fui a visitar.
Me abrió la puerta, y se colgó de mi cuello, junto a un sonoro beso.

“Feliz cumpleaños” “Perdón por no haber estado”

La bolsa celeste, con las cintas de seda blanca se balanceó en su mano.

Le entregué el otro regalo.

Estaban todos reunidos, las mujeres envidiaban al colgante, los varones me miraban como si me sobrara el dinero.

Ambas cosas provocaron un gran impacto. Volvió para darme otro beso de agradecimiento.

Brindamos y nos dedicamos a comer.

No recuerdo por qué circunstancia, uno de mis amigos comentó en lo extraño de mi soltería, la cual seguramente se vería compensada con algunos romances pasajeros.
Me extraño, la respuesta de mi ahijada, “No sería de extrañar, mi padrino sabe como agajasar a las mujeres” Todos se rieron, la acotación venía de parte de una mujer de 15 años recién cumplidos.
Yo me quedé mirándola, noté que lo estaba diciendo enserio, y también me percaté por primera vez de su belleza.

Yo seguí, con mi vida, los demás con la suya.

Ya más crecidos, y con más confianza, los hijos de mis amigos me usaban de correo cada vez que viajaba.
Jueguitos de computadora, perfumes, películas. Todo era parte mi cargamento al regresar de mis viajes.
Todo se volcaba en la mesa, y como si fuera un mercado, cada uno buscaba su encargo y puntualmente pagaba su pedido. Esa había sido el trato. Aunque debo reconocer que en la bolsa de Gabriela siempre había alguna tontería fuera de pedido.
Ella no decía nada. Era nuestro secreto.

Cierta vez, me encargó una cámara digital, con la expresa condición que se la cobrara.
Acepté porque sabía de su orgullo, y que de otra forma no me la aceptaria. A fin de cuentas ya tenía 18 años, estudiaba, trabajaba, y según ella estaba en condiciones de pagarse sus gustos.

“Fijate, yo estoy buscando éste modelo, pero si vés algo mejor por la misma guita avisame” “Yo a la noche estoy en el MSN, cualquier cosa chateamos”

Yo me fui de viaje, la verdad es que no podía sacarme de la cabeza, con la libertad y madurez que se movía Gabriela, para su edad.
Se mostraba resuelta, concreta, libre.

Esa misma noche me conecté.
“Como llegaste”
“Encontraste algo?” me preguntó

“Si, pero nada me convence, creo que debe haber algo mejor, mañana sigo buscando”

“No te preocupes, no pasa nada” “Aprovechá y visitá alguna de tus novias

Me extraño, su acotación. Era la primera vez que mencionaba algo concreto respecto a mi vida privada.

“Novias??” “No paro de trabajar” “Además no hagas caso de los chismes”

“No es lo que se comenta por acá”, dijo, y agregó un emoticon de carita feliz

“Bueno, vos tendrias que escuchar lo que se comenta de tus novios”,..le escribí para devolverle el chiste.

Nos pasamos un rato chateando, y tirándonos indirectas divertidas.

Cortamos, y me dí cuenta que me divertía hablar con una niña, a la cual le llevaba más de 20 años.
La verdad es que no sé si me divertía o me calentaba.

CONTINUARA……..