viernes, 9 de abril de 2010

La hice mujer

a mayoría de las veces que me miraba mi amiga Silvia, parecía que quería decirme algo, pero siempre me dije que se trataba de mi gran imaginación, producto de mi subconsciente; por lo que nunca le presté mayor atención a las miradas de sus ojos verdosos; sinceramente lo atribuí a un lapsus de mi mente llevada por mi ferviente deseo de poseerla plenamente.

Tal vez por este motivo al compartir con ella innumerables horas de estudio o simple compañía, lo hicimos con vaga inocencia pero (como hube de enterarme un día), poblada de sutiles estímulos sensuales motivados por nuestra desconocida atracción.

Relatos EroticosAsí llegamos al quinto año del secundario (ambos teníamos entonces 18 años, aunque yo soy mayor que ella unos meses) y nos concentramos todos en el viaje y fiesta de egreso.

Ella es rubia, casi de mi altura, (yo mido 1,78 mts), ojos verdes como dije, delgada y muy femenina, siempre usa sus labios pintados color rojo y su figura es muy sensual, sus pechos turgentes de tamaño mediano, su cola no era muy prominente pero si se le notaba firme, al menos lo que había podido observarle en las clases de gimnasia o cuando nos juntábamos en las reuniones para organizar la fiesta de despedida, sus manos son suaves y delicadas.
Yo soy morocho, robusto ahora sin llegar a ser gordo, ojos negros igual que mi cabello y mis facciones son muy varoniles, hasta tengo la voz gruesa.

El año fue pasando sin contratiempos hasta la noche aquella del baile de graduación, ya bien entrada la noche la mayoría estábamos algo copeteados y alguno que otro más bien pasado de copas, Silvia y yo en un momento nos pusimos a conversar del futuro y lo incierto le ofrecía cierto temor, tanto así que en un momento dejó deslizar que siempre se sintió segura con mi compañía y al separarnos no sabía quien sería su apoyo o si lo tendría, yo la contuve diciendo que igual podíamos seguirnos viendo y ella lo puso en duda diciendo:

Mañana te olvidarás de mí

Eso no me sería posible

Y así la conversación fue avanzando y una cosa llevó a la otra, sin darnos cuenta que habíamos caminado hacia la zona de estacionamiento y cuando se le escapó una lágrima, la abracé y al sentir su cuerpo tan cerca del mío se activaron algunos receptores en mi mente. Algo cambió a partir de ese momento, percibí su perfume embriagante, su respiración entrecortada por las lágrimas, al tacto de su figura afloró mi masculinidad (típico despertar adolescente) y sin más comentario la bese, lo hice profunda y lentamente, degusté su sabor, conocí los interiores de su boca y me gustó, me gustó tanto que no pude parar más, ella me miró con dudas al principio y al instante entregada a mis caricias, las que yo le prodigué constante y fervorosamente.

Usaba un vestido con picos, más corto de un costado y sin breteles en su escote, ofrecía sin saber su cuello y yo lo hice mío, realmente supe que lo deseaba desde hace mucho y ella me demostró que el sentimiento era mutuo, nuestras miradas fueron cómplices al igual que la luna y la noche oscura en su quietud.

Mis manos dibujaron lentamente su silueta, la conocí en todo su esplendor, saboreándola sin prisa, así fuimos llegando a un nivel de excitación irrefrenable, por lo que cuando ambos lo notamos le dije sin rodeos:

Quiero que esta noche seas mía por completo, sentirte entregada a mis caricias…

Yo también lo deseo

Y subimos a mi auto…

Fuimos rápidamente a un hotel alojamiento, aunque a mí se me hizo lento el viaje por las ansias del deseo y la pasión

Entramos a la habitación casi desnudos, apenas alcanzando a cerrar la puerta tras de nuestros pasos, volamos a la cama y ya sin ropas, nos dispusimos a disfrutar de la noche más ardiente que ambos conocimos, la recorrí por entero con mis labios y ella hizo lo propio conmigo, nos besamos una eternidad y finalmente conocí el néctar de su cuerpo, el jugo del Olimpo, lo saboreaba con deleite y lo bebí con delirio, ella se retorció entre las sábanas descubiertas, susurró, gimió y finalmente lloró de placer cuando llegó enérgicamente a su enésimo climax de placer, yo la disfrute a pleno, luego ella me devolvió gentilezas, probó el sabor de mi cuerpo y bebió hasta la última gota que no quiso derramar.

Ver su cuerpo salpicado de sudor me excitaba más aún y sin dudarlo la penetré profundamente con mi mástil muy enhiesto, gozamos, gozamos y gozamos sin privarnos del placer.

Ahí quedamos rendidos en la cama, besándonos dulcemente sin cansarnos, nos dijimos miles de cosas que marcaron el principio de nuestra relación, aún recuerdo aquella noche como si la viviera hoy, tengo vivo el recuerdo de sus gemidos suaves y no olvido cuando me dijo:

Hoy me hiciste mujer….

Espero lo disfruten como yo