Hola amigos y amigas, cómo están?
Hace bastante que no escribía pero ciertos relatos que anduve leyendo por estos días encendieron en mí una calentura bastante especial. Vaya una a saber por qué, todo lo que leí dirigió un extenso convoy de hormonas directo a mi cola.
Ayer quien propuso sexo fue mi marido. No es que yo no quisiese ni que me haya ganado de mano en la iniciativa, es sólo que tenía ganas de que él me pidiera: una apoyada en cucharita mientras mirábamos la tele, una mano en el elástico de mi pijama y su otra mano que guía la mía hasta lo abultado del calzoncillo. Decidí esperar un poco más, sólo acompañar el ritmo con que frotaba su pija sobre mi cola con un sutil “mmmmm”. Sin quitarme el pijama, me abrió las nalgas, hundió la punta y mi ano se devoró el primer centímetro de tela de la bombacha. A esa altura yo ya estaba ronroneando. Él entendió el mensaje y tiró del pijama con una fuerza tal que pensé que lo arrancaría, pijama, bombacha y culo.
Cuando vio en mi muslo una línea de flujo que descendía de mi vagina, llevó su lengua a mi clítoris: los círculos que dibujaba copiaban el movimiento de mi cadera, los embates de arriba hacia abajo me hacían gemir, casi gritar. Alcancé con mi mano su pija y la hice ir y venir, desaparecía en mi puño y volvía a emerger lustrosa, llena de transpiración.
- No doy más, vamos a coger – dijo él, y cuando lo vi, el rostro lleno de flujo, no pude negarme.
Se recostó boca arriba y yo lo monté. Apoyó sus manos sobre mis costillas, como sabe que me gusta, apretó con la yema de dos dedos la punta de mis pezones. Podría haber seguido, podría haber frotado mi clítoris contra su pelvis hasta bañarlo, pero me faltaba algo. Eso que latía, un hervor por detrás, era puro deseo: mi cola estaba desatendida. Me acordé de las cosas que había leído, sentí todo dentro de mi ano, los comentarios más tímidos fueron la saliva que me lubricó, los más zarpados me abrieron las nalgas y un mensaje privado hundió el dedo hasta el final.
- Quiero algo por el culo. - dije.
En menos de un segundo divisé la mesita de luz. Si el mejor amigo del hombre es el perro, el de la mujer es sin dudas su consolador. Lo introduje, al principio con un poco de dificultad y luego con confianza hasta el fondo. Sus manos saltaban de mi abdomen a mis tetas, mi mano derecha guiaba el juguete de afuera hacia adentro y mi mano izquierda se cerró, sin nada adentro, como si le faltara algo que agarrar. De inmediato vino a mi mente una pija, una en particular. Su dueño se llama Luciano y estoy segura de que, desde aquella vez en que la conocí, debe estar bastante cambiada.
Luciano es el hermano menor de una amiga. Aquella vez, hace más de diez años, Luciano era un adolescente y yo apenas unos años más que él. Debo admitir que para esa época mi actividad sexual era bastante pobre, de hecho fue para esos años cuando conocí al mejor amigo de la mujer… Luciano estaba en pleno desarrollo, quizás un poco menos que sus compañeros de la misma edad. Que me miraba no era novedad, ya que me miraba a mí y a todas las amigas de la hermana.
Pero algo cambió en mí una tarde en que lo advertí mirando por la ventana de la ducha mientras yo hacía pis. Habían dos opciones: me ofendía, lo mandaba en cana al pobre pibe o le daba material para pajearse por dos o tres años más. Sí, claro, segunda opción. Apoyé la mano sobre mi pelvis y empecé a moverla en círculos, para que sea bien notorio el movimiento y no hubiera lugar a dudas desde aquella ventana de vidrio esmerilado que daba a un balcón. Al cabo de un rato fingí haber acabado y salí.
Unos días después llamé por teléfono a mi amiga y quien me atendió fue Luciano. Le pregunté por sus cosas y el se puso nervioso de hablar conmigo. Creo que esa fue la primera vez que desarrollé mi actitud de perra, por eso la recuerdo hasta hoy. Le dije que no estaba bien espiar a las amigas de su hermana. Me dijo que yo sabía que él estaba ahí. Punto para Luciano. Le dije que él tendría que haberse ido, y que esperaba que él no se hubiera tocado pensando en eso ni nada. El quiso decir algo pero sólo tartamudeó. Punto para Laurita. Le pregunté si se había tocado en ese momento o después, en su habitación. Me dijo que las dos cosas. Dos puntos para Luciano por su buena performance y macht point. Hasta ese momento sólo había pensado en molestar un poco al pibe y divertirme, pero él me dijo “dos veces, qué querías que haga, estaba como loco” y entonces se me encendió una lamparita que hasta el día de hoy no pude apagar.
- Vení para casa- le dije.
En menos de una hora tenía al pibe delante de mí, casi temblando y admitiendo que aquella era su primera vez. Me dije a mí misma “bueno Laurita, esto tiene que recordarlo para toda su vida”. Cuando le bajé los calzoncillos, vi que apenas tenía pelusa clarita en lugar de pelos. Se dio cuenta y se avergonzó. Con mis pocos años más que los suyos sentí que tenía tanta experiencia como la Ciccolina y me dije que seguro una buena chupada aflojaría tensiones. El pibe me acabó en la boca, y esa fue para mí también una primera vez: nunca había tragado. Obvio que fingí que era riquísima. Sólo le agarré el gustito tiempo después. Después me cogió y acabó un poco rápido para mi gusto. Yo estaba súper caliente así que tuve que usar mis deditos. Como a él todavía le quedaba algo de energía (o como quería contárselo después a los amigos, no sé) me pidió de hacerlo por la cola. Le dije que no, que miraba demasiadas películas porno, que ni loca haría algo así.
Gracias a Dios que supe cambiar porque ayer el consolador que iba y venía en mi colita estaba lleno de jugos, y mi marido siempre a punto de acabar. En mi mano izquierda visualicé la pija de Luciano, sin pelos, dispuesta a acabar sobre mí doscientas veces más. Llevé esa pija a mi cola y de pronto estaba adolescente culeándome y mi marido acabando dentro mío litros y litros, como otro adolescente. Acabé poco después dando gritos a los cuatro vientos. La noche siguió con mi marido haciéndome doler la cola por casi una hora y con Luciano acariciándome el clítoris hasta hacerme acabar dos veces más
Ayer bauticé a mi mejor amigo: Luciano.
Aunque soy una chica más del “club de los dedos”, Luciano nunca me abandona, está siempre firme junto a mí, duro pero tierno. Y ahora los dejo, amig@s, porque cuando un amigo necesita un mano no hay que dejarlo solo, me llama Luciano. Nos vemos!
Hace bastante que no escribía pero ciertos relatos que anduve leyendo por estos días encendieron en mí una calentura bastante especial. Vaya una a saber por qué, todo lo que leí dirigió un extenso convoy de hormonas directo a mi cola.
Ayer quien propuso sexo fue mi marido. No es que yo no quisiese ni que me haya ganado de mano en la iniciativa, es sólo que tenía ganas de que él me pidiera: una apoyada en cucharita mientras mirábamos la tele, una mano en el elástico de mi pijama y su otra mano que guía la mía hasta lo abultado del calzoncillo. Decidí esperar un poco más, sólo acompañar el ritmo con que frotaba su pija sobre mi cola con un sutil “mmmmm”. Sin quitarme el pijama, me abrió las nalgas, hundió la punta y mi ano se devoró el primer centímetro de tela de la bombacha. A esa altura yo ya estaba ronroneando. Él entendió el mensaje y tiró del pijama con una fuerza tal que pensé que lo arrancaría, pijama, bombacha y culo.
Cuando vio en mi muslo una línea de flujo que descendía de mi vagina, llevó su lengua a mi clítoris: los círculos que dibujaba copiaban el movimiento de mi cadera, los embates de arriba hacia abajo me hacían gemir, casi gritar. Alcancé con mi mano su pija y la hice ir y venir, desaparecía en mi puño y volvía a emerger lustrosa, llena de transpiración.
- No doy más, vamos a coger – dijo él, y cuando lo vi, el rostro lleno de flujo, no pude negarme.
Se recostó boca arriba y yo lo monté. Apoyó sus manos sobre mis costillas, como sabe que me gusta, apretó con la yema de dos dedos la punta de mis pezones. Podría haber seguido, podría haber frotado mi clítoris contra su pelvis hasta bañarlo, pero me faltaba algo. Eso que latía, un hervor por detrás, era puro deseo: mi cola estaba desatendida. Me acordé de las cosas que había leído, sentí todo dentro de mi ano, los comentarios más tímidos fueron la saliva que me lubricó, los más zarpados me abrieron las nalgas y un mensaje privado hundió el dedo hasta el final.
- Quiero algo por el culo. - dije.
En menos de un segundo divisé la mesita de luz. Si el mejor amigo del hombre es el perro, el de la mujer es sin dudas su consolador. Lo introduje, al principio con un poco de dificultad y luego con confianza hasta el fondo. Sus manos saltaban de mi abdomen a mis tetas, mi mano derecha guiaba el juguete de afuera hacia adentro y mi mano izquierda se cerró, sin nada adentro, como si le faltara algo que agarrar. De inmediato vino a mi mente una pija, una en particular. Su dueño se llama Luciano y estoy segura de que, desde aquella vez en que la conocí, debe estar bastante cambiada.
Luciano es el hermano menor de una amiga. Aquella vez, hace más de diez años, Luciano era un adolescente y yo apenas unos años más que él. Debo admitir que para esa época mi actividad sexual era bastante pobre, de hecho fue para esos años cuando conocí al mejor amigo de la mujer… Luciano estaba en pleno desarrollo, quizás un poco menos que sus compañeros de la misma edad. Que me miraba no era novedad, ya que me miraba a mí y a todas las amigas de la hermana.
Pero algo cambió en mí una tarde en que lo advertí mirando por la ventana de la ducha mientras yo hacía pis. Habían dos opciones: me ofendía, lo mandaba en cana al pobre pibe o le daba material para pajearse por dos o tres años más. Sí, claro, segunda opción. Apoyé la mano sobre mi pelvis y empecé a moverla en círculos, para que sea bien notorio el movimiento y no hubiera lugar a dudas desde aquella ventana de vidrio esmerilado que daba a un balcón. Al cabo de un rato fingí haber acabado y salí.
Unos días después llamé por teléfono a mi amiga y quien me atendió fue Luciano. Le pregunté por sus cosas y el se puso nervioso de hablar conmigo. Creo que esa fue la primera vez que desarrollé mi actitud de perra, por eso la recuerdo hasta hoy. Le dije que no estaba bien espiar a las amigas de su hermana. Me dijo que yo sabía que él estaba ahí. Punto para Luciano. Le dije que él tendría que haberse ido, y que esperaba que él no se hubiera tocado pensando en eso ni nada. El quiso decir algo pero sólo tartamudeó. Punto para Laurita. Le pregunté si se había tocado en ese momento o después, en su habitación. Me dijo que las dos cosas. Dos puntos para Luciano por su buena performance y macht point. Hasta ese momento sólo había pensado en molestar un poco al pibe y divertirme, pero él me dijo “dos veces, qué querías que haga, estaba como loco” y entonces se me encendió una lamparita que hasta el día de hoy no pude apagar.
- Vení para casa- le dije.
En menos de una hora tenía al pibe delante de mí, casi temblando y admitiendo que aquella era su primera vez. Me dije a mí misma “bueno Laurita, esto tiene que recordarlo para toda su vida”. Cuando le bajé los calzoncillos, vi que apenas tenía pelusa clarita en lugar de pelos. Se dio cuenta y se avergonzó. Con mis pocos años más que los suyos sentí que tenía tanta experiencia como la Ciccolina y me dije que seguro una buena chupada aflojaría tensiones. El pibe me acabó en la boca, y esa fue para mí también una primera vez: nunca había tragado. Obvio que fingí que era riquísima. Sólo le agarré el gustito tiempo después. Después me cogió y acabó un poco rápido para mi gusto. Yo estaba súper caliente así que tuve que usar mis deditos. Como a él todavía le quedaba algo de energía (o como quería contárselo después a los amigos, no sé) me pidió de hacerlo por la cola. Le dije que no, que miraba demasiadas películas porno, que ni loca haría algo así.
Gracias a Dios que supe cambiar porque ayer el consolador que iba y venía en mi colita estaba lleno de jugos, y mi marido siempre a punto de acabar. En mi mano izquierda visualicé la pija de Luciano, sin pelos, dispuesta a acabar sobre mí doscientas veces más. Llevé esa pija a mi cola y de pronto estaba adolescente culeándome y mi marido acabando dentro mío litros y litros, como otro adolescente. Acabé poco después dando gritos a los cuatro vientos. La noche siguió con mi marido haciéndome doler la cola por casi una hora y con Luciano acariciándome el clítoris hasta hacerme acabar dos veces más
Ayer bauticé a mi mejor amigo: Luciano.
Aunque soy una chica más del “club de los dedos”, Luciano nunca me abandona, está siempre firme junto a mí, duro pero tierno. Y ahora los dejo, amig@s, porque cuando un amigo necesita un mano no hay que dejarlo solo, me llama Luciano. Nos vemos!