Brasil, 22:30 de la noche.
Tras dejar la valija (un pequeño maletín negro) a su dueño, un pez gordo. Recibí mi cheque. Me dirigí al aeropuerto. Pero la huelga de una conocida empresa española de aviación me retraso tres días el vuelo de regreso. Pensé… Sao Paulo, dos días mas por el morro, gastos pagados… genial. Mi vuelta a casa bien podía esperar.
Me fui al hotel, era tarde, pero aún pude pedir la cena. Me sentaron en una de esas mesas para dos donde te acaban retirando un cubierto para que todos se enteren de que te estas solito.
A la altura del segundo plato, levanté mi vista, para observar que a unos diez metros había una preciosa mujer brasileña de pelo largo, moreno y ondulado embutida en un vestido negro que presumiblemente era de alta costura.
Cruzamos un par de miradas, supongo que es normal en un restaurante vacío y a deshoras. Ella se marcho antes, yo ni siquiera había llegado al postre. Cuando yo acabe mi cena, me dirigí al bar, quería echar un trago antes de dormir, quería levantarme temprano para hacer algo de turismo.
Pedí una caipirinha doble y me levante a por prensa española. Volvía ojeando el periódico y me senté a tomar la copa. Cuando probé su dulce sabor, me sentí en el paraíso, pero algo extraño pasaba, yo había pedido uno doble, y este estaba un poco por debajo de la mitad del vaso. Aparte se observaba un poco de carmín en el borde.
-Perdona, creo que has cogido mi copa- La mujer estaba de pie detrás mío, imponente y preciosa. Con una sonrisa muy dulce.
- Lo siento mucho, venia leyendo el periódico… – Que imbécil, me había sentado tres taburetes más lejos de lo que debía, y mi copa estaba intacta allí donde debía estar.
-Perdóname- insistí, -te invito a un trago nuevo.
-OK- dijo ella- pero me voy a acabar este, hoy tengo hueco para dos. No me importa que le hayas dado un sorbito.
Su voz dulce con acento, era muy sensual. Empezamos a hablar, se llamaba Ariadna, y era mitad española mitad brasileña. Había nacido en Sao Paulo, pero también había vivido en Lisboa y Madrid. Era una belleza de piel canela y labios oscuros. Tenía un cuerpo que quitaba el hipo. Un poco delgada para mi gusto, pero muy fresca en su belleza. Olía a algo dulce y frutal a la vez que me embelesaba el olfato. Poco a poco empezamos a acercarnos, a hacer manitas mientras nos hablábamos al oído.
El camarero insinuó que en cinco minutos cerraba el bar, yo estaba apunto de sobornarle a cambio de un ratito mas. Y Ariadna dijo que ya era tarde, que era mejor dejarlo así. Que estaba de relax espiritual y no quería alterar su paz interior.
Yo me quede perplejo, así que abandonamos el bar. Llame al ascensor, entramos, le dije ¿a que piso vas? Ella dijo habitación 415. Yo dije, OK, yo aparco en la 532. Pulse los botones 4 y 5. Ella salio en su piso y cuando se iban a cerrar las puertas, no pude más, salí tras ella, le abrace con fuerza, empecé a besarla como si fuera el ultimo día de la tierra. Estaba fuera de mí, y no podía aguantar mas, la deseaba enormemente. Ella me ataco con igual fiereza. Sentí sus pechos y su perfecto culo mientras nos comíamos a besos. Mi erección empezaba a ser muy fuerte, ella me agarro en paquete. Y quise corresponder por debajo de aquel corto vestido negro. Cuando ella intento frenar mi muñeca ya era un poco tarde. Pensaba que estaba acariciando los deliciosos y mojados labios de una vagina depilada al estilo brasileño. Y me encontré con algo prominente y duro, que sin duda era un pene bastante erecto luchando por escapar de su prisión de satén.
Me quede de piedra, sin saber que hacer. Me asuste un poco. Y ella no me dio tiempo a reaccionar, se largo llorando y diciendo que sabía que eso iba a pasar, que quería haberlo dejado como estaba en el bar. Salí detrás de ella cuando justo había desaparecido tras la puerta de su habitación. Yo estaba realmente perplejo, pero me daba bastante pena haberla visto llorar. – ¿Estas bien?- grite- Perdona, no quería herirte….- aporree un poco la puerta. Decidí que ella ya no iba ceder. Así que con cierta tristeza me monte otra vez en el ascensor. Me sentía un poco mal, no por haber perdido la oportunidad de echar un polvo a lo que yo creía que era una mujer imponente. Si no por haberla visto llorando.
- Lo siento, pero los hombres no son para mí. Era mejor dejar las cosas como estaban.
Volví a mi habitación y me puse el pijama y vi durante un rato la tele. Pero llamaron a la puerta. Abrí y era el servicio de habitaciones; Con una botella de champán para mí. Cerré la puerta. Había una nota:
“Querido amigo, siento tu decepción y el haberte confundido. Mi reacción ha sido un poco brusca, ya tuve un desengaño muy doloroso hace unos meses. Perdona mis modales. Espero borrar el mal recuerdo endulzándote el resto de noche con esta botella. Me ha encantado conocerte. PD ya ha cerrado el bar y no sirven caipirinhas, solo champán”.
Me encanto leerlo y decidí pasarme por la 415 con la botella y dos copas e intentar dar sacar aunque fuera una sonrisa a esa persona que me había caído tan bien. Tuviera el cuerpo o la sexualidad de quien fuera.
Llame a su puerta. Se estaba desmaquillando cuando me abrió. Tenía puesto un camisón negro algo transparente. Parece mentira que tuviera aquel cuerpo y aquellas piernas, y aquellos pechos que asomaban tras el tejido translucido.
-Perdóname tú, y permíteme entrar a compartir unas últimas copas. Me ha encantado hablar contigo. Eres una persona increíble con la que me sentido muy a gusto. Prefiero quedarme con ese recuerdo.
-Eres un hombre sorprendente, pasa.
Nos sentamos en la cama, y cayeron dos botellas al final, hablamos de todo un poco, nos reímos, sobre todo de lo que había pasado antes en el pasillo.
-Perdona- le dije- pero es que tienes un cuerpo increíble, una cara preciosa… Y nunca imaginé que fueras un hombre.
-Y no lo soy, me siento mujer, y por eso me operé el pecho. Pero no quise hacerme una vagina artificial que no me diera placer. Preferí quedarme con mi amiguito. Tenía que haberte dicho algo, pero me pusiste a mil y no quería perder la oportunidad de besarte. Ahora mismo estoy super excitada. Y en cuanto te vayas voy a tener que hacerme un trabajito.
-Yo también – le dije- tienes un cuerpo y una sensualidad fuera de toda ley.
-Te gusto besarme?- me pregunto.
-Si, me encanto.
-Pues hazme el amor- me susurró- házmelo por detrás. Follame bien folladita y así muramos los dos de placer. Tú tienes tu hembra y yo un buen rabo dándome lo mío.
Que quieres que te diga después de tres o cuatro caipirinhas y el champán me sentía súper desinhibido. Estaba tan cachondo que dije que si, empezamos a desnudarnos y a besarnos. Ella tenía un cuerpo divino. Saco de su neceser un bote de lubricante y empezó a proferirme una mamada increíble mientras untaba de lub su esfínter.
Después echo un buen pegote en mi glande y los extendió magistralmente. Se puso de pie, dándome la espalda. Dirigió mi punta a su ano, al principio estaba duro, pero poco a poco empezó a entrar. Dios que placer, cada milímetro que se hundía era un escalofrió. Empecé a follarla mientras le comía el cuello y le lamía los lóbulos. Pero al rato estaba un poco cansado de estar de pie, así que le pedí que me cabalgase. Además quería verle los pechos. Me tumbé en la cama y empezó a cabalgar mi barra de carne. El roce y la presión eran exquisitos. Sus pechos perfectos, había que reconocer que el cirujano les había dado una forma increíble.
De repente sentí algo golpeando suavemente mi vientre, su pene, erecto cimbreaba un poco sobre mí. Apoyándose a cada embestida. Me quede mirándolo fijamente, sentí que me iba a desconcentrar y decidí cambiar de postura. La puse boca arriba en la cama y empecé a penetrar su culo otra vez. Ella gozaba de una forma bastante más que ostensible. Pero la postura fue una mala elección ya que ahora veía su mástil totalmente vertical y duro como una roca. No se si fue la curiosidad, el alcohol, o la increíble feminidad de aquel cuerpo. Pero deje de bombear. Saque mi pene y cogí el suyo con la mano derecha. Ella me dijo, -¿que haces?, no me dejes de encular que estoy a punto.
-Espera cielo, quiero experimentar-
Observe que de su glande salía un líquido preseminal transparente , y con un dedo de la mano izquierda acogí una gota. Me la lleve a la boca, era dulce y salada a la vez. Mientras mi derecha seguía sujetando su pene, que estaba muy duro y palpitante. Lo agite muy suavemente unas cuantas veces hacia arriba y hacia abajo. Ella se retorcía de placer.
-¿Te has comido alguna vez una polla?- me preguntó.
- No- le dije.
-¿Te apetece comer un poco de rabo?
-Si, quiero probarlo- las palabras salían de mi boca sin control. Mi deseo de probar algo prohibido y nuevo me ponía a cien.
No se porque lo hice, pero decidí chupar esa verga que tenia en mi mano. Era un poco mas larga que la mía, pero mas fina. Me la metí en la boca, intenté no morderla y aprisionar su tronco entre mis labios. Aunque supongo que lo hice torpemente, ella empezó a gemir mucho más que antes. Deduje que le gustaba. Sentí como se ponía mas dura aún . Me puso super caliente. Mi erección se potenció, si cabía esa posibilidad.
Cada vez estaba más dura. El líquido transparente me parecía excitante y lo recogí con mi lengua. Tras unos minutos de mamada, en la que ya estaba empezando a coger la técnica, ella me paró.
-Mi amor, ven, quiero que nos comamos a la vez.
Ella seguía boca arriba en la cama, pero me giro 180 grados. Al revés empecé a mamar la curvatura de su pene y ella se introdujo el mío hasta el fondo. Yo intente abarcar lo máximo posible del suyo. Sentía una transgresión y una lujuria increíble. Me sentía inundado de cosas prohibidas y totalmente pecaminosas.
Ahí estaba yo, un hetero seguro de su sexualidad, que se había atrevido a experimentar algo más.
Ni siquiera he sido nunca capaz de ver siquiera a dos hombres besarse, pero con Ariadna era distinto. Ella era una diosa. Su cuerpo, cara y besos eran de diosa. Y con un extra añadido.
Ella acerco la almohada y se la puso bajo el cuello para llegar más arriba. Estiro el brazo para coger una copa de champán de la mesilla. Mientras me pajeaba con una mano, con la otra me vertió un poco del liquido dorado en mi ano y empezó a comérmelo. Me metió la lengua hasta el fondo durante un minuto en el que creí estallar de escalofríos. Siguió chapándome mientras deslizo un dedo hasta el fondo de mi culo.
Hasta aquí era todo cuanto yo había experimentado con las mujeres en mí pasado, mamada y dedito en el culito, apretando mi próstata y llevándome al cielo.
Ella deshizo el 69 y me dijo, ¿quieres llegar hasta el final?
Dije “SI”, sin ni siquiera pensarlo, todo pasaba muy deprisa y actuaba por puro instinto.
Me puso a cuatro patas al borde de la cama. Se dedico a comerme el culo con su lengua un buen rato. Mi polla estaba a punto de partirse en dos. Se lubrico dos dedos con gel y me metió uno, después añadió el otro… Y me hizo gemir un buen rato.
- Que pasa, mi amor, ¿te apetece un poco de polla?
- Si, quiero que me folles entero.
Posicionó su glande ante mi ano, empujo poco a poco y empezó a clavármelo. Al principio noté algo de dolor. Ella lo sintió y se paro hasta que volvió a dilatar mi agujerito. El dolor se convirtió en placer e introdujo el resto de esa polla totalmente lubricada.
Creí morir de placer, era como el dedito en la próstata inundándome todo el culo. Me hizo sentir lleno, no se, pleno. Esa es la descripción. Placer total. Una plenitud de placer.
Ella empezó a bombear más rápido. El roce de su carne era eléctrico.
-Eres como un dios, un ángel enviado desde el cielo- me susurró al oído. -Me ha encantado desvirgarte, tu culito es espectacular. Y tu polla, me ha llenado enterita, dios, casi me corro sin ni siquiera tocarme.
Seguía bombeando. Ella me empujo contra la cama. Deje de estar a cuatro patas, me quede completamente tumbado. Me aplastaba contra el colchón. Inmovilizándome. Usándome como mero instrumento de placer. Yo estaba vendido, a merced de cada penetración suya. Y me sentí en el cielo. Por primera vez me sentí vulnerable, pero me encanto.
Cuando ya me sacié, le di la vuelta y tome las riendas de la follada. La cogí por detrás y empecé a reventar su orificio. Fue algo bastante brutal, pero solo fue un intersticio. Quería disfrutar de su dulce cara, sus pechos. Así que otra vez se puso sobre mí, cabalgándome. Así estuvimos un buen rato.
- No puedo más mi amor. Dijo ella-
Abandonó el apoyo de mi mástil, para adelantarse a mi pecho, se agarro su verga con la mano y tras un par de suaves movimientos, salio un chorro caliente color nácar, aunque no muy espeso. Cayó en mi clavícula izquierda. Ella se arqueo de placer y el segundo chorro más abundante, me alcanzo la boca, que sin querer tenia entre abierta. Otro chorro más, en el mismo sitio. Pensé que estaba eyaculando un montón, pero todavía le quedaba una última sorpresa. Se adelanto a horcajadas sobre mi cuello y vació un ultimo, suave y espeso chorro sobre mi boca. No me desagrado, todo lo contrario, me pareció extremamente morboso. Estaba no se… no era rico, pero sabia a pecado, a lujuria, a maldad y a transgresión de las normas.
Ella se volcó sobre mi boca y me beso hasta que entre los dos nos tragamos toda esa cantidad de esperma. Que me había dejado bastante asombrado.
Ahora es tu turno- dijo,- y bajo hasta mi polla con el lubricante, me hizo una paja magistral. Y a esas alturas ya no podía aguantar más, así que me corrí en pocos segundos. Con una brutalidad y una consistencia que parecía silicona mas que esperma. Realmente había sido un polvo increíble. No se lo puedo contar a nadie, ya que en esta sociedad no se entiende que un hetero pueda disfrutar de algo así. Pero eso no me preocupa. A mi me gustan las mujeres y disfrutar de mi punto G. Y si pueden ser las dos cosas a la vez… que mas se puede pedir.
Tras dejar la valija (un pequeño maletín negro) a su dueño, un pez gordo. Recibí mi cheque. Me dirigí al aeropuerto. Pero la huelga de una conocida empresa española de aviación me retraso tres días el vuelo de regreso. Pensé… Sao Paulo, dos días mas por el morro, gastos pagados… genial. Mi vuelta a casa bien podía esperar.
Me fui al hotel, era tarde, pero aún pude pedir la cena. Me sentaron en una de esas mesas para dos donde te acaban retirando un cubierto para que todos se enteren de que te estas solito.
A la altura del segundo plato, levanté mi vista, para observar que a unos diez metros había una preciosa mujer brasileña de pelo largo, moreno y ondulado embutida en un vestido negro que presumiblemente era de alta costura.
Cruzamos un par de miradas, supongo que es normal en un restaurante vacío y a deshoras. Ella se marcho antes, yo ni siquiera había llegado al postre. Cuando yo acabe mi cena, me dirigí al bar, quería echar un trago antes de dormir, quería levantarme temprano para hacer algo de turismo.
Pedí una caipirinha doble y me levante a por prensa española. Volvía ojeando el periódico y me senté a tomar la copa. Cuando probé su dulce sabor, me sentí en el paraíso, pero algo extraño pasaba, yo había pedido uno doble, y este estaba un poco por debajo de la mitad del vaso. Aparte se observaba un poco de carmín en el borde.
-Perdona, creo que has cogido mi copa- La mujer estaba de pie detrás mío, imponente y preciosa. Con una sonrisa muy dulce.
- Lo siento mucho, venia leyendo el periódico… – Que imbécil, me había sentado tres taburetes más lejos de lo que debía, y mi copa estaba intacta allí donde debía estar.
-Perdóname- insistí, -te invito a un trago nuevo.
-OK- dijo ella- pero me voy a acabar este, hoy tengo hueco para dos. No me importa que le hayas dado un sorbito.
Su voz dulce con acento, era muy sensual. Empezamos a hablar, se llamaba Ariadna, y era mitad española mitad brasileña. Había nacido en Sao Paulo, pero también había vivido en Lisboa y Madrid. Era una belleza de piel canela y labios oscuros. Tenía un cuerpo que quitaba el hipo. Un poco delgada para mi gusto, pero muy fresca en su belleza. Olía a algo dulce y frutal a la vez que me embelesaba el olfato. Poco a poco empezamos a acercarnos, a hacer manitas mientras nos hablábamos al oído.
El camarero insinuó que en cinco minutos cerraba el bar, yo estaba apunto de sobornarle a cambio de un ratito mas. Y Ariadna dijo que ya era tarde, que era mejor dejarlo así. Que estaba de relax espiritual y no quería alterar su paz interior.
Yo me quede perplejo, así que abandonamos el bar. Llame al ascensor, entramos, le dije ¿a que piso vas? Ella dijo habitación 415. Yo dije, OK, yo aparco en la 532. Pulse los botones 4 y 5. Ella salio en su piso y cuando se iban a cerrar las puertas, no pude más, salí tras ella, le abrace con fuerza, empecé a besarla como si fuera el ultimo día de la tierra. Estaba fuera de mí, y no podía aguantar mas, la deseaba enormemente. Ella me ataco con igual fiereza. Sentí sus pechos y su perfecto culo mientras nos comíamos a besos. Mi erección empezaba a ser muy fuerte, ella me agarro en paquete. Y quise corresponder por debajo de aquel corto vestido negro. Cuando ella intento frenar mi muñeca ya era un poco tarde. Pensaba que estaba acariciando los deliciosos y mojados labios de una vagina depilada al estilo brasileño. Y me encontré con algo prominente y duro, que sin duda era un pene bastante erecto luchando por escapar de su prisión de satén.
Me quede de piedra, sin saber que hacer. Me asuste un poco. Y ella no me dio tiempo a reaccionar, se largo llorando y diciendo que sabía que eso iba a pasar, que quería haberlo dejado como estaba en el bar. Salí detrás de ella cuando justo había desaparecido tras la puerta de su habitación. Yo estaba realmente perplejo, pero me daba bastante pena haberla visto llorar. – ¿Estas bien?- grite- Perdona, no quería herirte….- aporree un poco la puerta. Decidí que ella ya no iba ceder. Así que con cierta tristeza me monte otra vez en el ascensor. Me sentía un poco mal, no por haber perdido la oportunidad de echar un polvo a lo que yo creía que era una mujer imponente. Si no por haberla visto llorando.
- Lo siento, pero los hombres no son para mí. Era mejor dejar las cosas como estaban.
Volví a mi habitación y me puse el pijama y vi durante un rato la tele. Pero llamaron a la puerta. Abrí y era el servicio de habitaciones; Con una botella de champán para mí. Cerré la puerta. Había una nota:
“Querido amigo, siento tu decepción y el haberte confundido. Mi reacción ha sido un poco brusca, ya tuve un desengaño muy doloroso hace unos meses. Perdona mis modales. Espero borrar el mal recuerdo endulzándote el resto de noche con esta botella. Me ha encantado conocerte. PD ya ha cerrado el bar y no sirven caipirinhas, solo champán”.
Me encanto leerlo y decidí pasarme por la 415 con la botella y dos copas e intentar dar sacar aunque fuera una sonrisa a esa persona que me había caído tan bien. Tuviera el cuerpo o la sexualidad de quien fuera.
Llame a su puerta. Se estaba desmaquillando cuando me abrió. Tenía puesto un camisón negro algo transparente. Parece mentira que tuviera aquel cuerpo y aquellas piernas, y aquellos pechos que asomaban tras el tejido translucido.
-Perdóname tú, y permíteme entrar a compartir unas últimas copas. Me ha encantado hablar contigo. Eres una persona increíble con la que me sentido muy a gusto. Prefiero quedarme con ese recuerdo.
-Eres un hombre sorprendente, pasa.
Nos sentamos en la cama, y cayeron dos botellas al final, hablamos de todo un poco, nos reímos, sobre todo de lo que había pasado antes en el pasillo.
-Perdona- le dije- pero es que tienes un cuerpo increíble, una cara preciosa… Y nunca imaginé que fueras un hombre.
-Y no lo soy, me siento mujer, y por eso me operé el pecho. Pero no quise hacerme una vagina artificial que no me diera placer. Preferí quedarme con mi amiguito. Tenía que haberte dicho algo, pero me pusiste a mil y no quería perder la oportunidad de besarte. Ahora mismo estoy super excitada. Y en cuanto te vayas voy a tener que hacerme un trabajito.
-Yo también – le dije- tienes un cuerpo y una sensualidad fuera de toda ley.
-Te gusto besarme?- me pregunto.
-Si, me encanto.
-Pues hazme el amor- me susurró- házmelo por detrás. Follame bien folladita y así muramos los dos de placer. Tú tienes tu hembra y yo un buen rabo dándome lo mío.
Que quieres que te diga después de tres o cuatro caipirinhas y el champán me sentía súper desinhibido. Estaba tan cachondo que dije que si, empezamos a desnudarnos y a besarnos. Ella tenía un cuerpo divino. Saco de su neceser un bote de lubricante y empezó a proferirme una mamada increíble mientras untaba de lub su esfínter.
Después echo un buen pegote en mi glande y los extendió magistralmente. Se puso de pie, dándome la espalda. Dirigió mi punta a su ano, al principio estaba duro, pero poco a poco empezó a entrar. Dios que placer, cada milímetro que se hundía era un escalofrió. Empecé a follarla mientras le comía el cuello y le lamía los lóbulos. Pero al rato estaba un poco cansado de estar de pie, así que le pedí que me cabalgase. Además quería verle los pechos. Me tumbé en la cama y empezó a cabalgar mi barra de carne. El roce y la presión eran exquisitos. Sus pechos perfectos, había que reconocer que el cirujano les había dado una forma increíble.
De repente sentí algo golpeando suavemente mi vientre, su pene, erecto cimbreaba un poco sobre mí. Apoyándose a cada embestida. Me quede mirándolo fijamente, sentí que me iba a desconcentrar y decidí cambiar de postura. La puse boca arriba en la cama y empecé a penetrar su culo otra vez. Ella gozaba de una forma bastante más que ostensible. Pero la postura fue una mala elección ya que ahora veía su mástil totalmente vertical y duro como una roca. No se si fue la curiosidad, el alcohol, o la increíble feminidad de aquel cuerpo. Pero deje de bombear. Saque mi pene y cogí el suyo con la mano derecha. Ella me dijo, -¿que haces?, no me dejes de encular que estoy a punto.
-Espera cielo, quiero experimentar-
Observe que de su glande salía un líquido preseminal transparente , y con un dedo de la mano izquierda acogí una gota. Me la lleve a la boca, era dulce y salada a la vez. Mientras mi derecha seguía sujetando su pene, que estaba muy duro y palpitante. Lo agite muy suavemente unas cuantas veces hacia arriba y hacia abajo. Ella se retorcía de placer.
-¿Te has comido alguna vez una polla?- me preguntó.
- No- le dije.
-¿Te apetece comer un poco de rabo?
-Si, quiero probarlo- las palabras salían de mi boca sin control. Mi deseo de probar algo prohibido y nuevo me ponía a cien.
No se porque lo hice, pero decidí chupar esa verga que tenia en mi mano. Era un poco mas larga que la mía, pero mas fina. Me la metí en la boca, intenté no morderla y aprisionar su tronco entre mis labios. Aunque supongo que lo hice torpemente, ella empezó a gemir mucho más que antes. Deduje que le gustaba. Sentí como se ponía mas dura aún . Me puso super caliente. Mi erección se potenció, si cabía esa posibilidad.
Cada vez estaba más dura. El líquido transparente me parecía excitante y lo recogí con mi lengua. Tras unos minutos de mamada, en la que ya estaba empezando a coger la técnica, ella me paró.
-Mi amor, ven, quiero que nos comamos a la vez.
Ella seguía boca arriba en la cama, pero me giro 180 grados. Al revés empecé a mamar la curvatura de su pene y ella se introdujo el mío hasta el fondo. Yo intente abarcar lo máximo posible del suyo. Sentía una transgresión y una lujuria increíble. Me sentía inundado de cosas prohibidas y totalmente pecaminosas.
Ahí estaba yo, un hetero seguro de su sexualidad, que se había atrevido a experimentar algo más.
Ni siquiera he sido nunca capaz de ver siquiera a dos hombres besarse, pero con Ariadna era distinto. Ella era una diosa. Su cuerpo, cara y besos eran de diosa. Y con un extra añadido.
Ella acerco la almohada y se la puso bajo el cuello para llegar más arriba. Estiro el brazo para coger una copa de champán de la mesilla. Mientras me pajeaba con una mano, con la otra me vertió un poco del liquido dorado en mi ano y empezó a comérmelo. Me metió la lengua hasta el fondo durante un minuto en el que creí estallar de escalofríos. Siguió chapándome mientras deslizo un dedo hasta el fondo de mi culo.
Hasta aquí era todo cuanto yo había experimentado con las mujeres en mí pasado, mamada y dedito en el culito, apretando mi próstata y llevándome al cielo.
Ella deshizo el 69 y me dijo, ¿quieres llegar hasta el final?
Dije “SI”, sin ni siquiera pensarlo, todo pasaba muy deprisa y actuaba por puro instinto.
Me puso a cuatro patas al borde de la cama. Se dedico a comerme el culo con su lengua un buen rato. Mi polla estaba a punto de partirse en dos. Se lubrico dos dedos con gel y me metió uno, después añadió el otro… Y me hizo gemir un buen rato.
- Que pasa, mi amor, ¿te apetece un poco de polla?
- Si, quiero que me folles entero.
Posicionó su glande ante mi ano, empujo poco a poco y empezó a clavármelo. Al principio noté algo de dolor. Ella lo sintió y se paro hasta que volvió a dilatar mi agujerito. El dolor se convirtió en placer e introdujo el resto de esa polla totalmente lubricada.
Creí morir de placer, era como el dedito en la próstata inundándome todo el culo. Me hizo sentir lleno, no se, pleno. Esa es la descripción. Placer total. Una plenitud de placer.
Ella empezó a bombear más rápido. El roce de su carne era eléctrico.
-Eres como un dios, un ángel enviado desde el cielo- me susurró al oído. -Me ha encantado desvirgarte, tu culito es espectacular. Y tu polla, me ha llenado enterita, dios, casi me corro sin ni siquiera tocarme.
Seguía bombeando. Ella me empujo contra la cama. Deje de estar a cuatro patas, me quede completamente tumbado. Me aplastaba contra el colchón. Inmovilizándome. Usándome como mero instrumento de placer. Yo estaba vendido, a merced de cada penetración suya. Y me sentí en el cielo. Por primera vez me sentí vulnerable, pero me encanto.
Cuando ya me sacié, le di la vuelta y tome las riendas de la follada. La cogí por detrás y empecé a reventar su orificio. Fue algo bastante brutal, pero solo fue un intersticio. Quería disfrutar de su dulce cara, sus pechos. Así que otra vez se puso sobre mí, cabalgándome. Así estuvimos un buen rato.
- No puedo más mi amor. Dijo ella-
Abandonó el apoyo de mi mástil, para adelantarse a mi pecho, se agarro su verga con la mano y tras un par de suaves movimientos, salio un chorro caliente color nácar, aunque no muy espeso. Cayó en mi clavícula izquierda. Ella se arqueo de placer y el segundo chorro más abundante, me alcanzo la boca, que sin querer tenia entre abierta. Otro chorro más, en el mismo sitio. Pensé que estaba eyaculando un montón, pero todavía le quedaba una última sorpresa. Se adelanto a horcajadas sobre mi cuello y vació un ultimo, suave y espeso chorro sobre mi boca. No me desagrado, todo lo contrario, me pareció extremamente morboso. Estaba no se… no era rico, pero sabia a pecado, a lujuria, a maldad y a transgresión de las normas.
Ella se volcó sobre mi boca y me beso hasta que entre los dos nos tragamos toda esa cantidad de esperma. Que me había dejado bastante asombrado.
Ahora es tu turno- dijo,- y bajo hasta mi polla con el lubricante, me hizo una paja magistral. Y a esas alturas ya no podía aguantar más, así que me corrí en pocos segundos. Con una brutalidad y una consistencia que parecía silicona mas que esperma. Realmente había sido un polvo increíble. No se lo puedo contar a nadie, ya que en esta sociedad no se entiende que un hetero pueda disfrutar de algo así. Pero eso no me preocupa. A mi me gustan las mujeres y disfrutar de mi punto G. Y si pueden ser las dos cosas a la vez… que mas se puede pedir.