Relato continuacion de En la lluvia
Después de haber hecho el amor bajo la lluvia, detrás del muro de ese baldío céntrico, nos dispusimos a seguir caminando rumbo a mi departamento bajo la copiosa lluvia de verano que no paraba de caer. Caía tanta agua como ideas por mi cabeza después de haber escuchado a mi novia decir que quería sentir una doble penetración, algo que hasta el momento no habíamos intentado, a pesar de tener a mano un vibrado que, por el momento, solo habíamos usado para jugueteos previos.
En mi cabeza giraban mil ideas que empezaban a excitarme de nuevo, no habíamos completado tres cuadras desde que salimos del baldío y yo ya estaba como para empezar de nuevo. Mucho colaboro que entre cuadra y cuadra parábamos para besarnos, cada vez con más fogosidad. Besos que acompañábamos con algunas caricias.
Ella no decía nada, yo no podía ya que mi atención estaba puesta en lo que haríamos al llegar al departamento. Ella solo me miraba, por momentos, y sonreía. Me conoce bien y sabe que al contarme una fantasía me pone a mil por hora y que, si es posible cumplirla, mi cabeza, automáticamente después de saberla, comienza a trabajar para cumplirla.
Pero ese comentario había sido raro, “quiero sentir doble penetración”. Varias veces habíamos hablado de tríos como puras fantasías, y de hecho ambos nos excitábamos con la idea, pero eran siempre ella con otra mujer y yo, y siempre ella proponía ese tipo de situaciones, nunca hablaba de dos hombres con ella. Además, las veces que yo se lo plantee, para que me contara como se lo imaginaba, ella fantaseaba con que yo me la cogiera mientras ella se la chupaba a otro. Pero nunca el planteo de tener sexo anal y vaginal al mismo tiempo.
El vibrador, muchas veces había colaborado en ambientar esa fantasía. Era una práctica frecuente que ella jugara con su réplica de un pene en su concha mientras me chupaba la pija. Era algo que lo disfrutáramos mucho, pero doble penetración nunca. Por esto me sorprendió su comentario.
Llegando al departamento la temperatura corporal iba en aumento. Tras pasar la puerta del edificio no tardamos en volver a besarnos, y sabiéndonos dentro del edificio en un lugar donde no nos vería nadie desde afuera y que por la hora nadie entraría o saldría, ya que los vecinos son personas mayores que no suelen tener los mismo horarios que dos jóvenes, las caricias se intensificaron y mi mano se mintió dentro de su pantalón.
Empuje mi mano dentro de su pantalón hasta sentir que acariciaba su clítoris, que se encontraba bastante húmedo y no justamente por el agua. Comencé a acariciárselo con más y más rapidez hasta que soltó su tímido gemido que puede confundirse con un suspiro. Había llegado otra vez.
Fuimos al ascensor y ella subió primero. No pude evitar mirar esa cola que me enloquece y pensar en lo que se venía una vez en la habitación, ya tenía decidido complacer su deseo y ya sabía como sería.
Entramos al departamento, y sin más escalas nos dirigimos a la habitación, donde de un empujón la tire en la cama y como un desaforado de arranque las zapatillas el pantalón y su diminuta tanga, mientras ella se sacaba la remera y el corpiño, para dejarme ver esas magnificas tetas.
La tenía ahí, delante mío acostada, desnuda y muy excitada, no tarde ni dos segundos en empezar a besarle y morderle los pezones para luego bajar por su cuerpo hasta la concha. La cual lamí y bese con más suavidad que nunca, no quería que llegue, quería que hierva. Cuando la sentí en el punto justo, y sin dejar de acariciarla, me senté a su lado, estire mi mano y saque el vibrador de su escondite, no sin antes tomar un sobre de gel para lubricar.
Mi pene estaba en su plenitud y no podía detener más las ganas de penetrarla. De un saque me arrebató el gel se lo puso en las manos y comenzó a masajearme el pene como desenado sentirlo dentro. Cuando estaba listo, de un tirón la dí vuelta, me pare al borde de la cama y la puse de cuatro como perrito. Ella me arrebato de la mano el vibrador y se lo metió de un tirón en su concha.
En ese momento comencé a penetrarla analmente con suavidad para evitar que un dolor rompa el encanto de la situación en la ella cumplía su fantasía más reciente. Luego de unos segundos empecé a sentir que su respiración se aceleraba y al mismo ritmo yo aceleré mis movimientos. En pocos segundo sentí como ella explotaba en un grito de placer, dejando atrás esos gemidos tímidos tan característicos, al mismo tiempo que yo explotaba dentro de ella. Caímos desplomados sobre la cama, uno arriba del otro. Pudimos recuperarnos en unos segundos, nos acostamos uno al lado del otro y mirándome a los ojos me dijo “fue fantástico, habría que repetirlo más seguido”, por supuesto que mi respuesta no tardó: “cuando quieras, las veces que quieras y como quieras”.
Nos dimos un beso que pareció interminable y a los pocos segundos, desnudos y abrazados nos dormimos, mientras el sol empezaba a asomarse por las rendijas de la persiana.
En mi cabeza giraban mil ideas que empezaban a excitarme de nuevo, no habíamos completado tres cuadras desde que salimos del baldío y yo ya estaba como para empezar de nuevo. Mucho colaboro que entre cuadra y cuadra parábamos para besarnos, cada vez con más fogosidad. Besos que acompañábamos con algunas caricias.
Ella no decía nada, yo no podía ya que mi atención estaba puesta en lo que haríamos al llegar al departamento. Ella solo me miraba, por momentos, y sonreía. Me conoce bien y sabe que al contarme una fantasía me pone a mil por hora y que, si es posible cumplirla, mi cabeza, automáticamente después de saberla, comienza a trabajar para cumplirla.
Pero ese comentario había sido raro, “quiero sentir doble penetración”. Varias veces habíamos hablado de tríos como puras fantasías, y de hecho ambos nos excitábamos con la idea, pero eran siempre ella con otra mujer y yo, y siempre ella proponía ese tipo de situaciones, nunca hablaba de dos hombres con ella. Además, las veces que yo se lo plantee, para que me contara como se lo imaginaba, ella fantaseaba con que yo me la cogiera mientras ella se la chupaba a otro. Pero nunca el planteo de tener sexo anal y vaginal al mismo tiempo.
El vibrador, muchas veces había colaborado en ambientar esa fantasía. Era una práctica frecuente que ella jugara con su réplica de un pene en su concha mientras me chupaba la pija. Era algo que lo disfrutáramos mucho, pero doble penetración nunca. Por esto me sorprendió su comentario.
Llegando al departamento la temperatura corporal iba en aumento. Tras pasar la puerta del edificio no tardamos en volver a besarnos, y sabiéndonos dentro del edificio en un lugar donde no nos vería nadie desde afuera y que por la hora nadie entraría o saldría, ya que los vecinos son personas mayores que no suelen tener los mismo horarios que dos jóvenes, las caricias se intensificaron y mi mano se mintió dentro de su pantalón.
Empuje mi mano dentro de su pantalón hasta sentir que acariciaba su clítoris, que se encontraba bastante húmedo y no justamente por el agua. Comencé a acariciárselo con más y más rapidez hasta que soltó su tímido gemido que puede confundirse con un suspiro. Había llegado otra vez.
Fuimos al ascensor y ella subió primero. No pude evitar mirar esa cola que me enloquece y pensar en lo que se venía una vez en la habitación, ya tenía decidido complacer su deseo y ya sabía como sería.
Entramos al departamento, y sin más escalas nos dirigimos a la habitación, donde de un empujón la tire en la cama y como un desaforado de arranque las zapatillas el pantalón y su diminuta tanga, mientras ella se sacaba la remera y el corpiño, para dejarme ver esas magnificas tetas.
La tenía ahí, delante mío acostada, desnuda y muy excitada, no tarde ni dos segundos en empezar a besarle y morderle los pezones para luego bajar por su cuerpo hasta la concha. La cual lamí y bese con más suavidad que nunca, no quería que llegue, quería que hierva. Cuando la sentí en el punto justo, y sin dejar de acariciarla, me senté a su lado, estire mi mano y saque el vibrador de su escondite, no sin antes tomar un sobre de gel para lubricar.
Mi pene estaba en su plenitud y no podía detener más las ganas de penetrarla. De un saque me arrebató el gel se lo puso en las manos y comenzó a masajearme el pene como desenado sentirlo dentro. Cuando estaba listo, de un tirón la dí vuelta, me pare al borde de la cama y la puse de cuatro como perrito. Ella me arrebato de la mano el vibrador y se lo metió de un tirón en su concha.
En ese momento comencé a penetrarla analmente con suavidad para evitar que un dolor rompa el encanto de la situación en la ella cumplía su fantasía más reciente. Luego de unos segundos empecé a sentir que su respiración se aceleraba y al mismo ritmo yo aceleré mis movimientos. En pocos segundo sentí como ella explotaba en un grito de placer, dejando atrás esos gemidos tímidos tan característicos, al mismo tiempo que yo explotaba dentro de ella. Caímos desplomados sobre la cama, uno arriba del otro. Pudimos recuperarnos en unos segundos, nos acostamos uno al lado del otro y mirándome a los ojos me dijo “fue fantástico, habría que repetirlo más seguido”, por supuesto que mi respuesta no tardó: “cuando quieras, las veces que quieras y como quieras”.
Nos dimos un beso que pareció interminable y a los pocos segundos, desnudos y abrazados nos dormimos, mientras el sol empezaba a asomarse por las rendijas de la persiana.