miércoles, 27 de octubre de 2010

Mi Jefe

Secretaria SexyHola a todos, soy Alejandra, aca les traigo un relato nuevo, yo era muy joven y apenas comenzaba a trabajar de camarera en un camping.
Espero que les guste, comenten y escriban cosas lindas.


Durante un tiempo trabajé como camarera en un camping donde se hacían eventos grandes durante todo el fin de semana. Se hacían fiestas de casamientos, eventos políticos, de deportes, etc. Una tenía que ir bien temprano el sábado, preparar el desayuno, después limpiar, preparar el almuerzo, limpiar, preparar una merienda, o ir a atender en la pileta del lugar, después la cena, y finalmente la fiesta hasta el domingo a la madrugada. Eran muchas horas, demasiadas. Pero pagaban muy bien, y la propina era mucho mejor. Hacer eso 3 veces por mes no significaba ningún sacrificio.
Diego era el encargado del lugar. Tendría unos 32 años. Yo lo conocí por su mujer, Laura, porque íbamos juntas al mismo gimnasio, y conseguí el trabajo gracias a ella.
Diego era de aparecer poco durante la jornada laboral. Estaba en el lugar, pero casi que no nos prestaba atención a las camareras. Si podía pagarnos antes era mejor, de esa forma se evitaba tener que vernos luego. Además siempre iba con su esposa a una cabaña del camping a descansar.
Una tarde un alto dirigente político me habló que se sentía muy conforme con el servicio, y que quería felicitar en persona al encargado del lugar, por lo tanto tuve que salir a buscarlo por todas las inmediaciones del camping.
Busqué en la pileta, en los kioscos, en el salón, en la parrilla. Finalmente lo encontré, estaba en la cabaña con su esposa. Vi su silueta por la ventana, estaba de pie, de espaldas. Yo tuve que dar la vuelta, la puerta estaba del otro lado, y encima estaba casi abierta de par en par, por lo tanto no tuve la delicadeza de golpear antes de entrar.
Abrí lo que quedaba de la puerta e ingresé. El levantó su vista y antes de que yo pronunciara palabra alguna quedé muda y roja de vergüenza y muy incómoda. Laura, que por suerte no me escuchó entrar, estaba de rodillas frente a él, vestida, Diego estaba con sus jeans por las rodillas. Su mujer le estaba practicando sexo oral, y yo estaba a unos pocos metros de la situación. Yo podía oír el chasquido de la saliva de Laura cada vez que su boca chupaba el pene de su marido, acompañado por pequeños y eróticos gemidos. Diego sujetaba con ambas manos la nuca de su mujer, y me miraba con ojos de pervertido, mientras su boca hacía muecas de placer. El pelo de Laura era largo, de un rubio oscuro, y ondulado. Su cabeza se movía hacia atrás y adelante. Yo permanecí de pie, anonadada, sin saber qué hacer, ya era tarde para salir corriendo y fingir no haber visto nada. Luego de un par de minutos de ver aquella escena, me alejé caminando hacia atrás tratando de no hacer ruido, y me quedé en la puerta.
Luego de un ratito los dos salieron caminando de la cabaña. Diego me saludó como si no hubiese pasado nada, fingiendo muy bien. Yo estaba muy nerviosa. Le dije que el político lo estaba buscando y se fue, dejándome a solas con su mujer. Laura me saludó alegremente con un beso en la mejilla, pude sentir que de su boca salía un aroma a semen muy fuerte, y una parte de su mejilla estaba craquelada debido a que el semen se había derramado allí y ya estaba seco. Ella se excusó diciendo que iría al baño. Era lo más lógico, pensé, tenía que ir a lavarse.

Durante la semana, en las clases del gimnasio, cada vez que veía a Laura con sus calzas ajustadas, mi excitación se incrementaba notablemente. Le miraba con atención sus labios, su boca, donde había estado el pene de Diego. Me volvía loca el hecho que ella me hablara como si yo no supiera nada, y lo había visto todo, la había escuchado gemir de rodillas, y eso me incitaba demasiado.
Al siguiente fin de semana se hizo la reunión previa a cada evento, donde Diego nos indica que hacer a cada una, y cual será nuestra tarea. Como lo sospeché, me dejó para lo último. Quedé sola en su oficina.
- ¿Te gustó lo que viste el otro día? – me consultó.
- Ay, Diego, por favor…
- ¿Te gustó o no?
- Fue un momento incómodo.
- ¿Te gustó?
- Si.
Me indicó cual sería mi labor. Solo tenía que estar detrás de la barra para preparar los tragos de la tarde y de la noche. El resto del día solo debía hacer acto de presencia y atender a quien lo necesite, no debería armar las mesas ni lavar las vajillas. Además me puso a cargo del resto de las camareras, cosa que molestó bastante el resto de las chicas.
- Te estás cogiendo al jefe trola…- me decían, mitad en broma, mitad en serio.
Esa tarde Diego me pidió que le llevara un trago a su cabaña. Cuando entré volvió a preguntarme.
- ¿Qué tanto te gustó lo que viste el otro día?
- Diego, basta, por favor…
- ¿Cuánto?
- Diego…
- ¿¿??
- Un poco – dije mirando hacia abajo y corriéndome el flequillo.
- ¿Pensaste en eso en la semana?
- Si.
- ¿Te excitó?
- Si.
Diego se puso de pie.
- Vení – me dijo – Arrodillate.
Yo sabía lo que me pediría. Traté de poner la excusa que su mujer era mi compañera, y que me llevaba bien con ella, pero él no comprendió, volvió a exigirme que me arrodillara frente a él. Una vez que lo hice, Diego sacó su miembro, que ya estaba erecto, y lo introdujo en el vaso trago largo, mojándolo con el trago de frutilla que me había pedido.
- Chupá puta, chupá…
Yo se la chupé. Un poco porque estaba excitada por recordar lo que había visto y porque la charla previa que había mantenido con él me mojó, y otro poco porque Diego estaba muy bueno, y su pene era estéticamente hermoso. Gordo, largo, una cabeza linda, prolijamente depilado, con una vena que sobresalía en uno de sus costados.

Cuando la introduje en mi boca el sabor a frutilla me excitó más. Yo succionaba su miembro con mis labios, lo metía y lo sacaba, todavía no era el momento de jugar con mi lengua ni de masturbarlo con mis manos, una buena mamadora mama usando solo sus labios. Luego movía mi cabeza en círculos, raspando con mis labios y la parte interna de mis mejillas todo el tronco de su pene. Llegó el momento de jugar con mi lengua, con mi mano, apenas con la punta de los dedos, sujeté el pene para que quede quieto, mientras con la carne de mi lengua lamía desde la base hasta la puntita, donde me quedaba jugando en el ojito, robándole el primer gemido y su primer temblor de piernas, hice ese movimiento varias veces, cada vez comenzaba la lamida desde más abajo, desde sus testículos, desde la parte trasera de sus testículos, hasta que llegué a su ano, que por suerte estaba depilado, y permanecí allí, chupando su culo un rato largo, mientras con mi mano pajeaba su pija, y con la otra acariciaba sus huevos. Volví a lamer su tronco, me detuve con mis labios en su punta y la raspé con toda mi lengua, toda la carne tibia y húmeda de mi lengua apoyada sobre la cabeza de su pene. Él lanzó un gemido enorme y por un segundo creí que iba a eyacularme en la boca. Me alejó y comenzó a desvestirme.
Cuando empezó a chuparme las tetas mis pezones ya estaban erectos, duros, apuntando hacia el techo de la cabaña. Él los lamió, jugó con su lengua en la puntita más sensible de mis pezones, yo me estremecí, comencé a jadear, mi piel se erizó y mi vagina chorreó un pequeño hilo de flujo que recorría mis muslos. A medida que chupaba mis tetas mi jadeos se convirtieron en gemidos, él metió su mano en mi vagina, primero la estimuló con un dedo, hasta que se abrió un poquito y pudo meterme dos, los metía y los sacaba, los metía y una vez en mi interior los doblaba de tal forma que quedaban como un gancho, y al sacarlos rozaba mi clítoris, haciéndome gemir con fuerza y pasión. Me vi rápidamente moviendo mi cadera sobre su mano, masturbándome, haciéndole el amor a su mano. Finalmente acabé, lancé un gemido largo a la vez que mis piernas temblaron y de mi vagina salió un tibio y pegajoso flujo que bañó su mano.

Llegó el momento del cunnilingus. Me recostó en el sillón, yo aun tenía mis piernas y mi vagina dormidas por el orgasmo reciente. Sentí la humedad de su lengua deslizarse por mis labios vaginales, me perdí en el placer, sujeté su nuca con ambas manos y comencé a gemir a los gritos y mover mi pelvis al compás de sus lamidas, ahora le estaba cogiendo la cara, y me gustaba, era una putita entregándose a su jefe, y eso me excitó mucho. Mi clítoris estaba sensible, y no tardé en volver a llegar al orgasmo, esta vez fue su cara la que se vio bañada de mi flujo.
Conmigo aun tirada en el sillón al borde del desmayo por el placer, Diego se reposó sobre mí y comenzó a penetrarme. Su pene ingresó sin inconvenientes en mi vagina, todo estaba muy bien lubricado. Yo agarré sus glúteos con fuerza y el comenzó a jadearme en el oído, yo gritaba…
- Ahh, ahh, así, así, me gusta, ahh, así…
Sus muslos goleaban la parte interna de mis piernas, me estaba dando con bastante fuerza, eran penetraciones lentas, no rápidas, pero profundas y fuertes, él quería que yo sintiera toda su pija en mi interior. Se movía en círculos, de frente, lamía mi cuello y mis orejas y me decía al oído que era una puta…
- Que puta que sos pendeja, como te gusta…
- Sí, me encanta, no parés, así, así…
Cambiamos de pose. Me tocó a mí ir arriba suyo. Llegó mi hora de demostrar mis cualidades como amante, de mostrarle que no era una pendeja, que era una mujer que sabía cabalgar a un hombre, tenía que demostrarle que sabía coger.
Sujeté su tronco por la base y me lo froté en la entrada de mi orificio vaginal, los flujos que salían de mi cuerpo hacían ruidito. Introduje solo su puntita, la parte más sensible, él jadeó y me agarró del culo con fuerza, como tratando de mermar el placer que le estaba generando. Luego metí su pija hasta la mitad y bailé en círculos sobre ella, me meneaba, siempre sujetándolo desde la base del tronco. La saqué y volví a meterla hasta la mitad, me fascinaba ver su expresión, sus ojos se cerraban con fuerza, fruncía su frente y abría la boca, yo me encontré inconscientemente imitando esa mueca de extremo placer.
Finalmente metí su pija en su totalidad, gemí, a pesar que mi vagina ya estaba abierta y lubricada, sentí un pequeño ardor que me hizo gemir. Comencé la montada de la mejor forma que pude. Coloqué mis manos en mi propia nuca, me senté en su pija con la espalda bien derecha, como una señorita inglesa que se sienta bien en una silla, tiré el culito para atrás, y desde allí me movía hacia arriba y hacia abajo, meneándome también a la vez para adelante y para atrás, un movimiento muy desgastante desde lo físico, ya que al no apoyarme con mis brazos toda la fuerza la estaban haciendo mis muslo y mis glúteos. Eso me gustaba. Yo gemía, gritaba de placer, me mordía mis labios y entrecerraba los ojos, estaba gozando mucho. Él cada tanto me daba una nalgada y yo lanzaba al aire un grito y alguna que otra obsenidad.
- Sí, pegame papito, pegame…

Comencé a transpirar y mis piernas temblaban, mitad placer mitad por el cansancio, estaba llegando al límite, debía apoyar mis manos en su pecho o en el sillón para ayudarme, pero mi orgullo femenino me lo impidió, mis movimientos ya no eran tan sexys, sino más bien bruscos producto del cansancio. Cuando mi cuerpo ya no pudo más caí desplomada sobre su pecho, y continué haciendo pequeños movimientos desde allí, hasta que mi fatiga y mi falta de aire fue tal que permanecí quietita sobre él, aproveché para besarlo, sus labios y su lengua, su cuello.
Diego se incorporó y se paró detrás de mí, hizo que apoyara una de las rodillas en el sillón, mientras que la otra pierna estaba apoyada en el suelo, mis manos se sostenían del respaldo del sillón, quebró mi cintura haciendo que mi culito quedara bien parado. Jugó con su pija en la entrada de mi anillo anal, generándome mucho placer, jugó allí un rato, como esperando mi aprobación.
- Sí papito, damela, dame ahí…
Fue todo un caballero. Rompió mi culo con mucho cuidado. Primero me lo chupo hasta que sus glándulas salivales se secaron, luego introdujo un dedo, luego dos y los movió un círculos, haciendo una especie de cono para ir abriéndolo, luego comenzó a pujar con su pene, sentí su cabecita dentro de mí, la sacó, presionó un poco más, hasta que ese CRACK que indica que la pija ya está adentro se hizo presente. Aun así, volvió a sacarla y meterla hasta la mitad, hizo eso varias veces, hasta que mi ano ya estuvo bien abierto. Finalmente la metió toda. Yo grité, sentí un dolor inmenso, pero el placer que me genero fue terrible, sentía un palo raspándome la parte interna de mi estómago, su pija me estaba cogiendo por el culo y eso me volvió loca. Empezó a bombearme cada vez con más fuerza, con sus manos separaba mis glúteos, me sentí muy puta, muy sucia, mi jefe me estaba abriendo el culo, me estaba dejando humillar, estaba indefensa, sometida a su sano antojo, mi culo estaba cada vez más abierto, por lo tanto la penetración era cada vez más profunda, y sus nalgadas cada vez más fuertes. Mis nalgas ardían, y me las imaginé rojas debido a los golpes.
Él me habló entre chirlo y chirlo.
- Tomá puta, como te gusta la puta madre, aaarrggg……
Mi desesperación producto de la calentura fue única. Hacía rato que había dejado de gemir eróticamente y sexy para estar gritando como una perra cogida por un caballo, parecía (y me sentía) una actriz porno fingiendo. Se me cruzó por la cabeza que mis gritos seguramente se escucharían en los alrededores inmediatos de la cabaña, y eso en lugar de intimarme, me calentó aun más, y me estimuló a gritara más fuerte.
Finalmente sus movimientos se fueron desvaneciendo a la vez que sus jadeos eran más fuertes, yo estaba esperando su leche en mi espalda, pero no, prefirió acabarme adentro del culo, me di cuenta cuando por mis muslos comenzó a caer como una babosa los restos de su semen mezclado con mis flujos. Él metió y sacó su pija de mi culo un par de veces más, como para saborearme por última vez, y quedamos los dos recostados en el sillón unos momentos.
Me besó, me indicó que me vistiera y que vaya a trabajar.
Desde esa vez, durante muchos meses, cada fin de semana que yo debía trabajar de camarera, terminaba cogiendo con mi jefe, hasta que nos descubrió la esposa, pero eso es parte de otra historia.


Besitos!!!!!!!!!!!