Soy hija de Juan y Mabel, hermana de Iván, un año y cinco meses mayor que yo. Dueño de una conocidísima empresa láctea que por situaciones que leerán a continuación no daré a conocer.
Mi nombre es Jorgelina tengo 27 años y llevo la parte administrativa de la empresa de mi hermano.
Estoy a solo dos días de mi casamiento con Santiago, mi novio desde hace 2 años.
Esta mañana no sé por qué motivo me desperté rememorando ciertos recuerdos de mi niñez, y parte de mi adolescencia.
Si bien no debería sentirme orgullosa de ello, quiero ser sincera con ustedes y decirles que fueron los años más bonitos de mi vida, aunque para muchos pueda resultarles “bochornoso” y me tilden de inmoral.
Mamá y papá trabajan desde aquella época para una entidad gubernamental por lo que mi hermano y yo quedábamos al cuidado de la “Niñera”. Ella fue muy importante en nuestras vidas, en nuestro crecimiento y educación. Exigente y correcta como pocas; nos inculcó siempre sobre todas las cosas ser personas humildes, dignas y sinceras ante todo tipo de eventualidad.
Ella trabajó con nosotros haciendo los quehaceres domésticos hasta que le llegó la jubilación y dejó de trabajar.
Me fui por las ramas contando otros pormenores, pero bueno, quiero que conozcan bien “mi” historia.
Vamos al tema que nos ataña.
Era una tarde fría, típica del mes de Julio.
La niñera (Rosa) había ido hasta el centro comercial para proveer a la familia de comestibles para el fin de semana; siendo que todos los viernes al regreso de mis padres se retiraba a su casa regresando el día lunes muy temprano por la mañana.
Recuerdo jugábamos con Iván a las cartas sobre la alfombra del living frente al rojo fuego del hogar cuando le gané por segunda vez consecutiva a la escoba de quince.
Mientras yo festejaba con risas burlonas Iván indignado me desafió a seguir jugando, pero a diferencia de las anteriores y para darle emoción al juego debíamos quitarnos la ropa a medida que íbamos perdiendo los partidos.
Ese era el trato.
Cómo la suerte estaba de mi lado acepté risueña, gozando de ante mano mi próximo triunfo.
Tal cual mi pensamiento había ganado menos una, todas las manos.
Iván ya se había quitado casi todo, menos el boxer, en cambio yo sólo el buzo polar.
Pero de repente la suerte se me dio vuelta y empecé a perder partido tras partido.
¡Qué bronca!
Quise echarme atrás, pero Iván no me lo permitió, me desafío diciéndome que si no lo hacía era una “boba”. Y claro a esa edad que tu hermano te llame así no me divertía.
Lejos de mí estaba la idea de quedar como una boba ante “mi adversario”.
No me quedó más remedio que quitarme el corpiño, (no hacía mucho que lo había comenzado a usar) lo demás ya me lo había sacado. era ¡eso! o la bombachita. No tenía más opciones.
Aunque debo admitir que me dio bastante vergüenza hacerlo, estaba entrando en la adolescencia, (13) y si bien mi cuerpo no estaba del todo desarrollado, mis pechos ya eran llamativos, no por su gran tamaño sino más bien por su formita de pera; paraditos y de pezoncitos rosaditos apuntando hacia arriba.
Era la primera vez que mi hermano me veía así; “en tetas”, aunque éste estaba muy nervioso y hasta llegó a ruborizarse, igualmente sin disimulo fijó su mirada en mis pequeñas tetitas. No me sentí molesta ni nada que se le parezca, pensé que era “mera” curiosidad, así que no me llamó la atención “su” mirada punzante y seguí jugando...
Estaba a un solo partido de perder el juego. Ya me estaba poniendo nerviosa de solo pensar que me tendría que quitar la bombacha.
En la mano siguiente comencé a hacer una escoba tras otra (4), y sin darme cuenta había logrado la setenta completa, 4 más la setenta y el siete de oro, daba (6) je je suficiente para ganar el partido.
Cuando hicimos el recuento su cara se transformó.
Saber que le gané lo puso loco.
Era “mi momento”: el de divertirme y ver mientras se ponía rojo de furia cuando se quitaba el calzoncillo y pispiar lo que había debajo, je je
Creí que se iba a parar, agarrar las pilchas del suelo y mandarse a mudar.
Pero no, a pesar de estar rabioso por haber perdido cumplió con lo pactado, se lo quitó y el muy guacho me dice:
- bueno acá lo tenés, satisfecha? –
En ese momento pensé Dios mío que cosota más fea, pero a la vez me daba curiosidad, y se lo seguía mirando, aunque en aquel momento no comprendí porque lo tenía erecto. (Que inocentona éramos en aquella época)¡por Dios!
- Qué feo es – fue todo lo que atiné a decir…
Hizo caso omiso a mi comentario…
- Quiero tocarte las tetas- ¿me dejás? –
Bueno, solo un poco, pero si vos me dejas tocarte el pito.
- ¡Buenísimo! yo primero –
Se acercó y me las tocó suave y tímidamente, pero a los pocos segundos me las empezó a manosear y apretujar fuerte.
Bueno basta! Qué me haces doler, tarado.
-¿A ver el tuyo?
Él parado frente a mí dando justo con su cosa en mi cara, en ese momento pensé “¿o yo estoy loca ó se le está poniendo más grande?”
Era evidente… pero yo por aquel entonces lo desconocía, como mencioné antes; era muy inocentona, quizás más que otras nenas de mi edad.
Apenitas lo rocé me produjo escalofrío.
- ¡Tócalo! no seas sonsa, no te va a morder – (me respondió airoso).
No le contesté, pero le hice caso y se lo toqué un poco. Me daba “cosa”, aunque su piel era muy suave, y me estaba gustando acariciárselo.
Mis dedos se deslizaban con facilidad, pero seguía intrigada, ¿Cómo podía ser que “eso” aumentara de tamaño?
¡Qué boluda!
No me iba a quedar con la duda y le pregunté:
-¿Por qué se te puso así?
Jajaja (una risa burlona de su parte)
- Eso no te lo voy contestar hermanita,
¡Averígualo vos!
Se paró, agarró su ropa y se introdujo en el baño.
Yo hice lo mismo pero me fui arriba, a mi habitación, al pasar frente al baño me dio curiosidad (ganas de espiar), “pensé”- seguro que se está poniendo la ropa.
Pero no fue así.
Seguía desnudo y sostenía algo en la mano, al principio no me daba cuenta de que, ¡hasta que la reconocí! era “mi bombachita” la que dejé en la ducha y se me olvido llevar al lavadero.
El muy asqueroso la olía con los ojos cerrados, aspirando profundo y exhalando para largar el aire contenido. Con ella se frotaba su “cosota”.
Desde el ojo de la cerradura podía darme cuenta que la tenía enorme y firme.
En ese momento sentí repulsión al ver lo que hacía, y me empecé a preguntar si sería algo recurrente ó si esa sería quizás la primera vez.
Imposible saberlo a no ser que se lo preguntara. Cosa que no estaba entre mis planes.
Me fui a mi cuarto. Me cambie, y me puse a ver televisión (sin verla) en todo momento se me cruzaba la imagen de Iván oliendo mi bombacha, tocándose con ella.
Pasaron los días y ninguno mencionaba nada de lo ocurrido.
Pero una tarde habíamos ido a andar a caballo con mis primos mayores… al llegar a la casa corrimos al baño, nos peleábamos por quién se bañaba primero, él ya estaba prácticamente adentro del mismo, pero misteriosamente dejó de pelearme y me lo cedió …
- ¡Dale! entrá pendeja, pero no tardes mucho. –
Entré, me duché y cuando me quise secar me di cuenta que no había llevado ninguna toalla. Fui hacía la puerta para gritar que alguien me lo alcanzara.
(Alguno me iba a escuchar)
Pero al semi abrir la puerta asomé solo mi cabeza y para mi sorpresa me lo encuentré a Iván, agachado detrás ¿espiando?
Según él estaba a punto de golpear para preguntar si me faltaba mucho.
Tal vez era cierto, ¿Por qué dudar?
Luego de traerme un juego de toallas se quedó en el pasillo. Apurándome.
- ¡Dale nena! ¿Cuánto vas a tardar para secarte? Métele pata que quiero entrar…
¡Ya va idiota!
¿No ves que ya terminé?
Ni bien abrí la puerta para salir entró mofando casi a los empujones.
Inmediatamente me fui a cambiar. Me tiré en la cama y me puse a ver algo de tv.
Luego de cenar me fui a dormir, estaba cansada. La cabalgata me había “liquidado”.
Recuerdo haber soñado que Iván entraba a mi habitación con cuidado, como cuidándose de no despertarme.
Se sentó en la orilla de la cama a contemplarme mientras yo dormía plácidamente boca arriba.
Aún no había amanecido, había luna llena, lo suficiente como para filtrarse algo de claridad por el gran ventanal y ver la sombra de mi hermano y todos sus movimientos.
Me quedó mirando por largo rato. Luego creí sentir que me destapaba.
Quería decirle que no lo haga, pero no me salía la voz, (era como una especie de pesadilla en la que querés hablar, gritar y no podés).
Estiró su mano y muy suavemente acariciaba mi pierna, desde las pantorrillas hasta la ingle. Hasta que se detuvo en mis muslos, allí con la yema de sus dedos acariciaba por sobre la bombacha con movimientos envolventes (en aquella época me las compraba mi mamá y eran muy aniñadas, con motivos infantiles. Nada de tanguita ni culote, ni tampoco a mí me llamaba la atención usarlas. Era muy nenita.
Deseaba gritar, patearlo, no sé, algo para defenderme, pero mi cuerpo estaba inmóvil, como si éste estuviera separado de mi mente.
Sus dedos fueron por más… se filtraron orillando la única prenda que usaba para dormir, y por primera vez alguien que no fuera yo rozaba la “zona prohibida” (como la llamó mi mamá el día que tuvimos una “charla intima”, esas de mujer a mujer).
Habían pasado tan sólo cuatro meses de haber menstruado por primera vez…
Lo tengo muy presente porque desde entonces mi cuerpo comenzó a cambiar. Se empezaban a manifestar aquellas curvas que con el tiempo se fueron acentuando más.
Dejando atrás a la pequeña para convertirme poco a poco en la mujer que soy hoy…
Bueno sigo … que me voy de tema, je je
Cuando percibí sus dedos bajando por mi abdomen sentí una extraña sensación de bronca y placer, paradójicamente inexplicable.
Mi cuerpo y mis cuerdas vocales seguían sin responder. Él, sin embargo ajeno a mis intenciones continuaba sigilosamente hurgando con sus dedos en mi intimidad infiltrando en lo más profundo de mi ser, perdiéndose de a poco en la humedad que él había incitado…
Se mantuvo sumergido e inmóvil por unos segundos, tratando de asegurarse de no perturbar mi somnolencia…
En mi sueño mantenía los ojos abiertos, expectante a cada manipulación, ruido, algo que él no llegaba a divisar, siendo que la visibilidad era casi nula a la altura de mi cama. No obstante yo sí podía distinguirlo.
Me sentía impotente por no poder ejercer resistencia.
Después de un pequeño lapso comenzó a mover los dedos en forma ascendente en mi “zona prohibida”, y con la otra mano acariciaba mis tetitas en forma discontinua pasando de una a la otra.
Me daba culpa sentir placer, pero tampoco quería resistirme, muy ambiguo, lo sé. Disfrutaba en silencio.
Mi cuerpo se arqueaba al compas de sus estímulos, los que eran cada vez más y más acelerados, haciendo irresistible la llegada del llamado orgasmo, que tanto me gustaba… pero claro; siempre habían sido mis dedos los únicos que me habían otorgado ese placer, en la intimidad de mi cuarto en penumbras.
Los generosos movimientos de sus inquietos dedos naufragaron en mis fluidos como navegante experimentado; provocando en mí una secuencia de convulsiones orgásmicas (diferentes a las antes vividas) sintiendo como esa secreción pegajosa chorreaba hasta el hoyito de mi cola.
No sé si fue un ruido en la casa el que me despertó ¿ó qué?
Todo había sido tan real…
Prendí la luz y comprobé que estaba sola.
Desorientada por mis sensaciones. Estaba inquieta, perturbada, dudando que aquello hubiese sido tan sólo un sueño.
Con mi mano tantee mi sexo y efectivamente me encontré con aquellos fluidos.
No me atrevía a pensar que Iván había entrado a mi cuarto y había estado jugando conmigo mientras me suponía dormida. Me resistía a pensarlo era por demás morboso.
¡No! no podía ser, así que lo descarté casi al instante.
Al día siguiente se me dio por observar el comportamiento de mi hermano. Actuaba diferente, casi ni me miraba, parecía que trataba de evitarme todo el tiempo que fuera posible.
Si por alguna razón quedábamos solos él buscaba una excusa para irse.
Fueron pasando los días, los meses y todo seguía como si nada. Deseaba volver a vivir ese extraño sueño, pero nunca más se repitió.
Quedé altamente obsesionada desde ese día. Cada noche al irme a dormir no podía dejar de traer a mi pensamiento aquella agradable sensación que tanto placer me había dado.
Cerraba los ojos y revivía paso a paso lo de esa noche, y me volvía a excitar y a tocar cada vez. Ahogándome en gemidos mudos, apretando con fuerza mis labios reprimiendo el sonoro y magnifico estallido del éxtasis.
Un fin de semana que Iván se había ido de campamento con el grupo de boy scout, me dio ganas de curiosear su cuarto.
Revise un par de cajones y encontré revistas porno, muchas eran de mujeres asiáticas. Era hasta lógico que me topara con material de ese tipo.
Hasta ese momento no le conocíamos ninguna “amiguita”. (el pobre con algo tenía que desahogarse)
Lo que no era normal que entre sus prendas hubiese un par de tangas que yo ya daba por perdidas.
Automáticamente me acordé aquella escena del baño.
También entré a su computadora. Revisé todas las carpetas que contenían archivos y me encontré videos pornográficos al por mayor. Lo que no me imaginaba es que encontraría una carpeta que llevara de titulo “mi perversión”.
¡Ohhhhh sorpresa! ¡Era yo!
Fotos en las que estaba durmiendo. En el jardín tomando sol, y en otras partes de la casa en las que yo no sabía que era espiada, y menos fotografiada.
También tenía 8 videos titulados en la ducha 1, en la ducha 2 y así sucesivamente hasta llegar a 8. Me mató la curiosidad.
¡Me los miré a todos!
Pero no se me había ocurrido que la que estaría en ellos podría ser yo.
Se ve que programaba la filmadora cuando tenía la certeza que me entraría a duchar.
Algunos no se veían muy bien los primeros eran ángulos diferentes y se veía de lejos, y con el vapor era casi imposible adivinar los movimientos.
Pero a partir del cuarto video dio en el blanco. Encontró el sitio adecuado, donde capturó con precisión aquellos baños que inocentemente me daba, sin siquiera intuir que podía ser grabada por mi propio hermano.
Desde ese día mis duchas no fueron iguales, antes de entrar a ella miraba de reojo o de costado para saber si me estaba filmando. Las veces que estaba filmándome mis baños eran sensuales, y con los años a medida que iba creciendo eran cada vez más provocadores…
A los 17 años y aunque de novia seguía seduciéndolo a través de las filmaciones, algunas veces me comenzaba a tocar, excitándome sabiéndome espiada.
Ponía música para tapar mis jadeos con ella.
Una noche pasaba por su cuarto, pero tenía la puerta cerrada, y se me ocurrió espiar por el ojo de la cerradura.
¿Y a qué no saben lo que vi?
Estaba acostado en la cama con la filmadora conectada a la tv viendo una de mis últimas duchas, una de esas en las que me tocaba…
Verlo tirado en su cama con su gran pedazo entre sus manos pajeandose duro mientras me veía fue terriblemente excitante y morboso.
Y así continuamos por años, sabiéndonos espiados. Incluso creo que con el tiempo se dio cuenta que yo lo espiaba. Supongo que se avivó el día que estaba encerrado con su noviecita en el cuarto, cuando golpee la puerta para preguntarle sobre un libro que no encontraba y me grito:
- ahora no puedo, luego lo busco –
Por el tono de voz no fue difícil saber que estaba en medio de un polvo, así que me agache y me quedé espiando como lo hacían.
- No puedo explicarles los celos que sentí.
Me daba una tremenda envidia ver como la penetraba. Sin darme cuenta estaba tocándome mientras los miraba, cuando vi la verga de Iván entrando en el gran culo de Paola (porque era más bien gordita), se me hizo agua la boca, y pensé: ¿por qué Ariel (mi novio de entonces) no me coge así?
Obvio que no encontré respuesta, pero era lo de menos, porqué en ese momento deseaba que fuera mi hermano quién me cogiera así de rico…
Una noche de esas muy caliente estábamos (con Ariel) mete y ponga, mucha previa, sexo oral acabándole en la boca unas cuantas veces, un exquisito 69 (era nuestro preferido), patitas al hombro, abajo, arriba, cabalgata… un importante variadito de poses…
Ariel era muy bueno en la cama, a pesar de no tener una verga muy grande, pero era bastante gruesa y venosa.
Cuando por primera vez me pidió que le entregue la colita la idea me excitó terriblemente. Escucharlo pedirla tan exaltado y a la vez tan dulce me voló la cabeza.
Porque si hay algo que tengo que destacar de Ariel es lo bien que siempre me trató.
Pero me acordé de mi hermano y los ratones no me daban tregua, fue entonces que le dije que no.
-“No por ahora”-
¿Esperaba a Iván?
Inconscientemente creo que sí.
También pensaba que eso nunca iba a suceder, y que tal vez estaba perdiendo de gozar con mi novio por esa maldita obsesión-
Insistió un par de veces pero como me escucho muy segura de no querer, se rindió.
Cuando terminé la secundaria me fui a estudiar afuera, mi relación con Ariel no prosperó. Nos veíamos muy poco, y la verdad que yo en los últimos meses ya ni lo extrañaba.
Una vez desvinculada de Él empecé a salir con uno y con otro, compañeros de la facultad, o algún que otro chico que conocía en el boliche, pero nadie me “llenaba”.
Un tiempo después de alojada en mi nuevo hogar, un fin de semana viajó a visitarme Iván. Fue a llevarme algunas cosas que mamá me preparaba para que ponga en el freezer, típico en esos casos.
Cuando me llamó papá por teléfono para avisarme que venía mi hermano en su lugar un escalofrío me corrió por el cuerpo, las imágenes de aquella noche se hicieron presentes de inmediato.
Me sentía feliz, tenía muchas ganas de verlo, pero era más que seguro que vendría a presentarme su nueva novia. Yo aún no la conocía.
Pero no! Para mi mayor sorpresa llegó solo.
- ¡Hola hermanita! ¿Cómo estás locura? Se te re extraña pendeja del orto.
Ambos nos reímos con el comentario.
-Por acá todo bien hermanito, extrañando horrores a todos, con decirte que extraño tus peleas…
-Risas nuevamente de ambos-
-Te sentó bien el cambio a la gran ciudad.-Comentó-
Me decía mientras me estrujaba cariñosamente en un fuerte abrazo.
Entre mate y mate chimenteamos de todo y de todos.
“Juntos somos terribles”
A la hora de cenar pensaba cocinar algo rápido y liviano, y se lo comenté, pero parece que no le gustó mi menú porque me invitó a a comer fuera ja ja.
Comimos como si fuera la última vez y nos acabamos el exquisito malbec que Iván bien había sabido escoger.
¡Eso sí!, a mí se me subió un poquito a la cabeza. Me pegó mal. Estaba algo mareada…
Mi hermano se divertía de mi estado. Me gozaba.
-¿Para qué tomás nenita si te hace mal? (Decía descostillándose de la risa).
Me agarró del brazo y me ayudó a subir al auto; haciéndome prometer que no vomitaría dentro de él.
Una vez que llegamos al departamento fui directo a preparar un té. Eso ayudaría a calmar la indigestión.
Todavía era demasiado temprano para irnos a dormir.
Nos tiramos en los puff y nos pusimos a recordar algunas anécdotas de nuestra niñez. Algunas ni siquiera las tenía presente y me divertí mucho rememorándolas junto a mi hermanito.
Una cosa fue llevando a la otra cuando y entre tantos recuerdos graciosos nos sorprendimos resurgiendo aquel día que nos mostramos desnudos por primera vez. Nos mirábamos y tentábamos de risa.
-Me acuerdo que te sacaste la remera muy rápido. Ni corpiño usabas de tan pocas tetas que tenías.
-¿Ah sí?. Pocas tetas eh… Bien que te cansaste de ojeármelas en esa y en cada oportunidad que tenías…
Las risas de ambos no cesaban.
Yo no me podía quedar atrás. Tenía que burlarme también…
-¿Y vos? Cuándo pelaste el pitilín jaja Me parto de risa de tan sólo recordarlo…
-Por eso te negaste a tocarlo… ¿no? jaja ¡Andáaaa!
-Se te hizo agua la boca pendeja, vi como chorreaba un hilito de baba de ella.
Carcajadas va, carcajada viene… de a poco fueron menguando.
Terminadas las risas nos quedamos sin nada que decir. Estuvimos por largo rato sin hablar…
En ese momento el silencio fue nuestro cómplice de nuestros pensamientos.
¿Qué pasaría por su cabeza? ¿Morbo? ¿Melancolía? ¿Arrepentimiento de no haber avanzado en su momento?
Mmmmm Por la suya no lo sé, pero sí por la mía.
Por mi mente pasaron en flash todas aquellas secuencias que fueron motivo de los mejores orgasmos de aquella no tan lejana pubertad…
De golpe ambos alzamos la vista, nuestras miradas sincronizadas se cruzaron, ¿se buscaban? Se encontraron…
Me empujó del puff haciéndome caer sobre la alfombra. En un raudo movimiento. Él también se tiró. Dio un par de giros y quedamos enfrentados, a milésimas de distancia.
Se estiró lo poco que lo separaba de mí y me clavó su penetrante mirada. Su aliento se confundía con el mío.
- Es ahora o nunca ¿no te parece? Me dijo con voz de ganador…
No necesitó esperar mi respuesta.
Nuestras miradas se entendieron.
El lenguaje de nuestros cuerpos se hizo oír.
¡Actuó efusivo!
Me robó un beso, el primero de muchos.
Ambos estábamos muy nerviosos, no podíamos disimularlo, ni tampoco podíamos disimular las ganas que nos teníamos…
Literalmente nos comimos la boca. El sabor de lo prohibido fue supremo.
Nuestra respiración se agitaba. Las palabras sobraban…
En minutos su cuerpo y el mío ardían entre las llamas del deseo…
El aroma de su piel siempre me había atraído, pero ese día que pude acariciar la suavidad de ella, me di cuenta que indudablemente era la culpable de mi lasciva. Y con tan sólo el contacto de mis manos fue suficiente para sentir la ebullición de toda mi piel…
Mientras Iván se escurría entre mis dedos, gozaba ferviente, y cada milímetro de su cuerpo vibraba sobre el mío.
A partir de ese instante ignoramos nuestros lazos sanguíneos, y pasamos a ser amantes en lugar de hermanos…
No podíamos parar de poseernos, hicimos el amor toda la noche.
Por fin pude sentir su gran pedazo de carne en mis más íntimas cavidades. Lo deseaba tanto…
En plena lujuria del acto sexual le imploré que me hiciera la cola. Desaforados como estábamos, era el momento ideal. Aproveché y le confesé de aquél día que lo vi haciéndoselo a su ex y que desde entonces me perseguía la fantasía de que me lo hiciera a mí…
-¡Qué perrita que sos hermana! No haberlo sabido…-Me dijo entre espasmos-
Cambió de posición, fue detrás de mí y me puso a cuatro patas.
-Primero vamos a estimularlo… Susurró con un dotadísimo tono de excitación y de notable cancha.
Con su lengua jugueteó en mi ano humectándolo con su saliva mientras este se iba dilatando a sabiendas de lo que estaba a punto de recibir.
Creo que ese fue el momento que más deliré, estaba sacada, quería aprovechar el tiempo al máximo.
Cuando por fin sentí la presión de su glande empujando por entrar me agarré fuerte de las sabanas y lo empecé a insultar con palabras groseras.
-Rómpeme el culo de una buena vez.
Sé que me lo deseas desde que éramos chicos.
¡Dale!
Partime en dos pendejo del orto
¡Putito!
¡Úsame!
¡Haceme tuya!
-Quiero ver como se pierde mi pija abriendo tu hermoso culito.
Mirá que te hago mierda eh… si te la meto de golpe vas a gritar como una yegua.
¿Eso querés?
¡Tomá!
Ahhhhh ahhhhh ahhhh
Se confundían los gemidos de ambos mientras Iván forcejeaba por introducirla por completo.
-Así hijo de perra mándala hasta el fondo.
Reaccionó como yo quería, delirante, explosivo, energico. Había despertado mi lado más salvaje, y el suyo también.
Estaba cumpliendo mi fantasía más deseada.
Fuimos cogiendo por cada rincón de mi diminuto departamento. Dejando huellas de ese lujurioso encuentro carnal.
Lo sorprendí mientras lo cabalgaba bajándome así de la nada, era mi momento, era yo quién dominaría la situación…
Elevé sus piernas y las empujé sobre su cuerpo, dejando bien expuesto su hoyo, testículos y su pija dura como piedra. Y sin siquiera saber si le gustaba sentir la tibieza de mi larga y juguetona lengua fui directo a lamer su amargo y bien cerrado culito.
(Por cierto muy buena cola, prominente y firme).
-Uffff nena la puta que te parió… como me gustó eso…
-¿No me digas que ninguna de tus novias te lamía el culito?
-No. Nadie.
Mis gestos de asombro se mezclaban con la satisfacción que me produjo la respuesta.
Más a mi favor.
Me excitaba muchísimo lamerle ahí, y mientras con una mano lo pajeaba, con mi lengua subía hasta sus huevos y los saboreaba metiéndomelos en mi boca. Bah, lo que entraba de ellos. Y así intercalaba; comiéndome ano, bolas y pija…
Con la punta de mi dedo hurgué en su culo mientras le chupaba la pija con devoción. Se quejó un poco al principio, pero después le gustó.
Al ir retirando el dedo de su hoyo este latía presionando como queriendo que no saliera más…
No se imaginan lo que gozó… acabó de manera bestial…
Terminamos revolcándonos en la cama, lugar donde tuvimos un par de polvos más. Con una previa de lujo. Come la conchita maravillosamente. Sin exagerar perdí la cuenta de mis tantísimos orgasmos, los de él fueron seis. Los recuerdo muy bien. ¡Cómo olvidarlos!
Nos temblaban las piernas, todo nuestro cuerpo vibraba de placer. El goce fue absoluto, sublime.
Nos sorprendió el amanecer abrazados, exhaustos...
Nos habíamos dormitados; una escena digna de haber sido capturada como insignia de esa memorable noche.
Al caer a la cuenta de lo que habíamos hecho no pudimos evitar sentir culpa. Arrepentidos por el desliz experimentado.
Nos levantamos, desayunamos casi sin promediar palabras, lo único que dijo fue:
-Te dejo la plata que mandaron los viejos. Y de lo otro, hagamos de cuenta que nunca pasó. Y se fue mucho antes de lo planeado (me había dicho que se iría por la tarde)
Me quedé con una rara sensación. Plena por un lado, vacía por el otro…
Pasaron los días, y en mi cabeza seguían las imágenes de “esa” noche.
Para colmo no se lo podía contar a nadie. Mis amigas no me entenderían. No tenía con quién descomprimir la angustia que acarreaba.
Me costaba enormemente concentrarme en la facultad. Me sentía mal, triste, abatida.
Llamé varias veces a la casa de mis padres en las siguientes semanas con la esperanza de que en algún momento fuese Iván el que atendiese, pero no; no tuve suerte.
Mamá me comenzó a enviar las encomiendas con una empresa de transporte qué casualmente el dueño es amigo de la familia y coincidentemente Esteban el hijo de este cursaba en otra facultad de la gran ciudad.
Y alguna que otra vez lo hicieron personalmente mis padres. Pero Iván no apareció más.
Y así pasaron los meses hasta que llegó el verano, y con él las vacaciones. Como cada temporada me fui a la casa de mis padres o sea a mi casa.
Y ahí no pudo evitarme, nuestro primer encuentro fue frío, distante. Pero con el correr de los días ambos nos íbamos liberando de aquello que tanto nos angustiaba…
Una noche de jueves mis padres se fueron a una cena empresarial. Motivo por el cual Iván y yo nos quedamos a solas por primera vez después de tanto tiempo.
Estaba en la compu cuando entró Iván al cuarto a preguntarme si quería comer empanadas de la rotisería de la vuelta, (sabía muy bien que eran mis preferidas) Obviamente le di el OK.
Nos acomodamos sobre almohadones en el piso del living junto a la mesita ratona mientras hacíamos zapping hasta que por fin nos pusimos de acuerdo; una peli estaba comenzando y tenía toda la pinta de estar muy buena. Comimos y tomamos cerveza hasta el hartazgo.
Poco rato después y producto de la excesiva cantidad de birra consumida me comencé a reír como una idiota, por cualquier cosa. ¿Se repetía la escena?
Siempre que tomo un poco de más me produce lo mismo. La falta de costumbre. Me da por decir boludeces y tentarme por cualquier cosa.
La película pasó a ser ignorada por ambos.
Iván también había tomado mucho, mucho más que yo.
Empezamos a empujarnos, reírnos de la nada misma, matarnos a almohadonazos. Una cosa fue llevando la otra, el tema es que al rato nos estábamos busconeando como locos.
¡Incontrolables! nos decíamos barrabasadas, celándonos como dos viejos amantes que habían dejado pasar el tiempo como si eso fuera a cambiar los sentimientos.
Sacamos todos los trapitos al sol en medio de la calentura que bullía de nuestros poros.
Era ineludible, necesitábamos hacernos el amor.
Terminamos desgarrandos la ropa del otro con toda la calentura a flor de piel. Revolcándonos con furia y pasión poseyéndonos como aquella primera vez.
Me alzó y llevó a su habitación y allí la seguimos entre besos y arrumacos como dos ¿enamorados? Cogiendo hasta caer desplomados uno al lado del otro.
Deseaba quedarme a vivir en ese cuarto, dormirme abrazada a él. El deseo era más fuerte que yo, pero no podía correr el riesgo de que mis padres nos encontraran. Cuando decidí pararme e irme Iván me agarra la pierna y me dice: -quédate negrita, durmamos juntitos.
Ahhhhhh…. Qué placer escuchar su “casi” ruego. Me sentí flotar sobre pompas de jabón.
Le expliqué de mi miedo a que nos descubrieran y me tranquilizó diciendo: -a mi cuarto nunca entran sin llamar, así que podés quedarte tranquila.
Con tan sólo eso me convenció.
Eran tantos mis deseos por quedarme que no necesité más que eso.
Fui a mi habitación, saqué la llave y cerré la puerta del lado de afuera.
Pasamos lo que quedaba de la noche acariciándonos, besándonos. No nos podíamos hacer más los tontos. Hablamos de nuestros sentimientos, de lo mucho que sufrimos después de aquella vez en mi departamento por no querer aceptar lo que nos pasaba. Era una atracción demasiado fuerte como para ignorarla.
Nos prometimos desde ese momento sincerarnos siempre, bajo cualquier tipo de eventualidad; pasara lo que pasara.
Viví la mejor noche de mi vida, y creo sin lugar a equivocarme que también lo fue para Iván.
Al día siguiente, 11:20 me desperté a su lado, dormía con carita plácida. Lo disfruté en silencio. Me lo quedé mirando como una tonta y pensando cómo podía sentirlo como hombre más qué como hermano.
Salí de esas preguntas sin respuesta y lo besé suavemente en los labios y sin que se despertara me marché a mi cuarto.
Estaba feliz por la noche vivida. Me volví a dormir sobre mi cama pero con el aroma de su piel impregnada en la mía.
Desde entonces nos seguimos viendo a escondidas hasta el día de hoy …
Hace 3 años que me recibí de contadora. Iván me ofreció trabajo en su empresa. Obviamente acepté. Qué mejor…
Desde entonces trabajo para mi hermano qué es doblemente placentero.
Me paga el doble de lo contemplado por la ley y además tenemos la excusa perfecta para pasar más tiempos juntos.
Iván montó una habitación a todo vapor al fondo de la propiedad, desde entonces ese es nuestro nidito de amor.
Hace 2 años y algunos meses se casó con “Flavia” aquella chica quedada, tímida, pero buena mina con la que ya estaba saliendo cuando tuvimos nuestro primer encuentro sexual. A la que dice querer mucho, pero que no lo satisface en la cama. (El mismo tiempo que hace que yo empecé a salir con Santiago)
Es entendible, porque Él es terriblemente sexual. Necesita hacerlo todos los días y hasta más de una vez, y parece que ella es algo reacia, y no le soporta el ritmo. Cosa que yo sí, porque soy tan calentona como Él y disfruto mucho del buen sexo. Nada de rapiditos ni de simples misioneros. Santiago es muy fogoso también, y no deja escapar oportunidad de hacerme el amor cada vez que puede. Pero yo soy insaciable, como una verdadera ninfómana; siempre quiero más…
Flavia actualmente está embarazada de 8 meses, y me acaban de dar la noticia que me eligieron de madrina para su primera beba a la que llamaran “Ariane” y a la que voy a amar con locura, sin lugar a dudas.
Con mi cuñada me llevo fantástico, jamás desconfiaría de mí. Si supiera… con lo pacata que es se muere si se llegara a entender que su marido, mi hermanito, y yo cogemos a sus espaldas como dos buenos amantes.
Con mis 27 años y con todos los nervios normales de una inminente boda, estoy plena porque tengo todo lo que quiero, un futuro marido al que adoro y con el que estoy segura voy a ser muy feliz.
Unos padres joviales gozando de buena salud, babosos por la pronta llegada de su primera nieta y de su “nenita” a punto de dar el sí con el yerno ideal (lo adoran) Y cómo si esto fuera poco tengo el mejor amante que podría llegar a tener…
¡MI HERMANO!